Siguen los genios de pantalón largo trabajando... y nuestro futbol temblando.
Como una de las más recientes ocurrencias, está la de eliminar el descenso y el ascenso por lo menos durante cinco años, para así darle completo margen de maniobra a la rampante mediocridad.
En aras de proteger a determinadas franquicias -empezando por la del Atlas, pasando por las del Puebla, el Querétaro, los Xolos y algunas más, y acabando con la de las Chivas-, los geniales, ocurrentes y centaveros dirigentes no encuentran mejor fórmula que garantizarles con sus decisiones en la mesa lo que saben que ninguna de esas franquicias puede garantizar con su futbol desplegado en la cancha: su permanencia (de preferencia eterna) en el Máximo Circuito.
No importa que con esa medida 12 o 13 de los 18 o 20 participantes dejen de preocuparse por la amenaza del descenso, ésa que tradicionalmente ha funcionado como único acicate para los mediocres, para ese grueso de equipos para los que la búsqueda de los títulos y de la excelencia en el juego nunca han sido asuntos importantes.
Para los otros, para esa ejemplar minoría, para los cinco o seis que nunca han pensado en descenso alguno porque su mirada siempre ha apuntado hacia las alturas, que lo supriman o no viene siendo lo de menos y por lo tanto les da exactamente lo mismo.
Pero para la mediocre mayoría, para los que al no ver como aliciente la posible obtención de un título sólo han funcionado o tratado de funcionar por el miedo de caer a la siguiente división, protegerlos y evitarles esa caída será permitirles, solaparles y fomentarles la vergonzosa mediocridad en la que tan a gusto navegan.
Esto de la competencia deportiva, por ser materia lúdica, debe estar siempre sujeta al inmejorable mecanismo de los premios y los castigos, como debe suceder por ejemplo al educar a los niños, en cuya naturaleza está la de jugar y en cuyo aprendizaje el de entender y acatar las reglas del juego.
Si juegas bien obtienes un premio (la victoria, el título, el prestigio), pero si juegas mal serán ineludibles los castigos (la derrota, el descenso, el repudio). Algo que suele aplicar en el futbol y en mayor o menor medida debe y puede aplicar en la vida.
Elemental, indispensable y benéfico espíritu deportivo.
Pero como ese espíritu deportivo no es -en términos generales- el fuerte de nuestros inefables dueños del balón, ellos todo lo miden por la lana que meten y la que aspiran a sacar.
Cómprate o conserva una franquicia de Primera División y te garantizo que no llegará a valer menos, porque no descenderás nunca.
No importa que eso vaya en detrimento de la sana competencia, de la calidad, del nivel del espectáculo ofrecido.
A falta de la inteligente visión futbolística y panorámica de largo plazo, la cortoplacista visión centavera.
Así, nuestro futbol sigue inevitablemente deambulando y dando tumbos a través de los abismos de la mediocridad, y a muchos de nosotros no nos queda ni para dónde hacernos, resignados a seguir observando cómo lo manejan con los pies quienes tan escasos están de cabeza.
A ver hasta cuándo.
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