Cuando se anunció la llegada de Sebastian Vettel a Ferrari, los expertos lo llamaron la creación de un nuevo ídolo alemán en el Cavallino Rampante.
Llegar con 4 títulos mundiales de manera consecutiva, generaba la expectativa de poder superar a su compatriota e ídolo de la infancia, Michael Schumacher ,para intentar ponerlo en un pedestal más allá del Olimpo del automovilismo donde solo se sientan el propio Schumacher y Juan Manuel Fangio.
Pero todo se derrumbó desde aquella primera temporada del 2015, cuando Ferrari no logró brindarle victorias de manera constante al alemán, mientras veía como la escudería de su país (Mercedes) creaba un monstruo imparable, a cargo de un inglés, Lewis Hamilton, con hambre de triunfo y de campeonatos.
La desesperación, con el paso de los años, generó que Vettel perdiera confianza, la escudería cambiara de directores deportivos buscando nuevos y mejores resultados, mientras que la fábrica no era capaz de construir un coche que estuviera a la par, o si quiera pusiera en aprietos durante toda la temporada a los Mercedes.
Ferrari decidió traer a Charles Leclerc y comenzar un nuevo proyecto con él al mando. Así fue como el sueño de Sebastian Vettel se acabó, y la idea de un nuevo Schumacher con él.
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