La única realidad tajante y dramática de esta historia es la de un futbolista postrado en una silla de ruedas.
Aunque, viéndolo bien, podría existir otra verdad en el mismo cuento: la de los futbolistas de México, que jamás han podido -no les han dejado o no han querido- agruparse para defender sus derechos como realmente corresponde.
La carrera de José Antonio García como jugador de futbol ha terminado a los 28 años de edad. Una vieja lesión de cadera, mezclada, aparentemente, con una "mala praxis" médica, decisiones extrañas en las rehabilitaciones, pólizas de seguros que no existen y una decisión arbitraria de un club de futbol que, además, representa a la universidad más grande de Latinoamérica. Todo ello se ha confabulado, nuevamente, contra el futbolista que juega en México.
José Antonio ha pasado por un calvario desde el mismo momento en que el pronóstico médico indicaba que sus días en la cancha se habrían agotado y que Pumas decidía no renovarle el contrato y ni siquiera respetar algún tipo de seguro -particular o el del IMSS- para que él pudiese reencausar su vida. Palabras más, palabras menos, dimes y diretes, culpas y culpables, acusaciones y contraacusaciones, José Antonio García se quedo sólo.
Pero la historia no es nueva en el futbol mexicano. El futbolista que, de pronto, sufre por alguna injusticia o en muchos casos, como este, por un tema físico que le priva de continuar con su carrera, no tiene un sustento, un apoyo de una agrupación debidamente fortalecida para ayudarle. La Asociación de Futbolistas Profesionales (AMFPro) hace lo que puede y estoy seguro de que las intenciones y el trabajo de Álvaro Ortiz y su equipo son muy buenas. Sin embargo, no ha encontrado la fuerza, el poder necesario para realmente representar los intereses del jugador de futbol. Y la culpa no es de Ortiz ni tampoco de la Liga MX o de la propia Federación Mexicana de Futbol. La culpa hay que depositarla en el propio futbolista de México -y atención que no hablo de futbolistas mexicanos, hablo de todos los que juegan en la industria del futbol mexicano-. Ellos, han vuelto a hacer lo que siempre han hecho: ver a distancia el tema, manifestarse a través de un tímido apoyo -hoy por conducto de las redes sociales- y punto. Este grave incidente de José Antonio García habría significado en otras ligas del mundo -España, Alemania, Argentina- un escándalo de grandes dimensiones que en su momento podría atentar contra la continuidad del juego y del negocio.
No estoy pidiendo un paro o una huelga -que es lo primero que se viene a la mente cuando se mezclan temas laborales o sindicales y que por cierto, en México, solo lograron los árbitros en aquel movimiento durante la gestión de Decio de María-. Estoy pidiendo que el futbolista en México se de cuenta no solo de sus derechos, también de sus obligaciones y que cuando vea a José Antonio García en una silla de ruedas, rodeado de abogados y buscando justicia a través de los medios, entiendan que mañana o pasado les puede suceder a ellos también y que no habrá nadie que los apoye. ¿Hace cuantos años que hablamos del mismo tema? ¿Desde los intentos de Carlos Albert? ¿Cuántas veces se ha pisoteado el derecho laboral del futbolista? ¿Cuántos más "José Antonios Garcias" existen en la historia? Y lo que es aún más preocupante: ¿Cuántos estarán por suceder?
Hay una realidad tajante que no puede volver a ocurrir: un futbolista en una silla de ruedas...
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