Llega otro Clásico Nacional y se hacen las mismas preguntas de siempre.
¿Está devaluado o tiene el mismo valor de siempre?
¿Tiene el América más mentalidad ganadora que su tapatío rival?
¿Es cierto que Chivas pierde más esta vez por carecer del grito desde la tribuna que siempre lo alienta?
El América-Guadalajara, se juegue en la sede de uno o del otro, tiene un encanto que no se ha perdido.
Tiene algunas épocas mejores que otras en cuanto a la calidad de partidos que ofrece, pero sigue siendo el duelo de temporada regular que más diarios vende, más se ve en la televisión, más se escucha en radio... y más consecuencias puede tener internamente en ambos campamentos.
El Clásico atípico de una temporada como ninguna otra llega para anunciar el advenimiento de más partidos en el calendario de máxima rivalidad: los tres Clásicos del América de manera consecutiva, el norteño, el tapatío, el cruce entre cementeros y Pumas...
Digamos que es como el grupo de rock que ya precedido por los teloneros, avisa que esto se va a poner bueno, que la espera valió la pena y que los máximos decibeles están a punto de desatarse.
El torneo necesita eso: que ante las dudas de alineaciones por el Covid-19 que han asolado el calendario, el poco movimiento de refuerzos por la situación económica generada por la pandemia y las escasas combinaciones espectaculares que se han dado hasta el momento, haya un tono alto, un do de pecho que nos haga voltear a todos hacia el centro del escenario.
Si en el fútbol mexicano mandan los que mandan, es porque se lo han ganado pero eso también implica una obligación. Primero de resultados, después de la manera en que son conseguidos.
Miguel Herrera y Víctor Manuel Vucetich están preocupados por otras cosas antes que por el espectáculo: mientras "El Piojo" se queja por los rivales al hilo que se le vienen encima -Chivas, Cruz Azul y Pumas-, "Vuce" está preocupado porque desde antes de su llegada había quedado pendiente una encomienda en Chivas: contratar un portero de mayor experiencia que Pepe Toño y Gudiño, de buenas características, pero de dudosa infalibilidad.
América es un sanatorio desde hace mas de un año por diferentes motivos y Herrera tiene que remendar su cuadro titular con inusitada frecuencia. Y Chivas tiene un equipo ligerito en la cancha y a veces fuera de ella -en un sentido menos futbolero-, pero sujeto a una irregularidad que le amenaza constantemente.
Del Clásico, más que goles, espectáculo y fuegos pirotécnicos tenemos que esperar que se juegue bien. Lo demás vendrá por añadidura.
Que si América es vertical y a veces osado para atacar, lo haga.
Que si Chivas sabe tocar la pelota, explotar las bandas con velocidad y respetar el balón, lo procure en todo momento.
Si son leales con sus convicciones, cumplirán con lo que de ellos se espera.
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