Poco a poco fue tornándose oscura la novela entre el Barcelona y Lio Messi.
La más productiva relación que en la historia del futbol se haya producido entre un club y un jugador, podría romperse o ya se rompió después de 16 años en Primera División y de varios más en la etapa previa.
Dieciséis años traducidos entre otras cosas en 34 títulos, en 636 goles y en SIETE "Pichichis", parecen no hacer mella alguna en quienes tan mal han manejado este asunto, quién sabe si maquiavélicamente o nomás por tontos. Empezando por su presidente Josep Maria Bartomeu, acabando con el flamante director técnico Ronald Koeman, y pasando seguramente por otros personajes menos visibles.
Cada quien tendrá su propio conocimiento del juego y sus muy particulares percepciones; pero como basado en el mío y con sustento en las mías veo a Messi como el mejor futbolista de todos los tiempos, un final muy distinto hubiera esperado de esa relación jugador-club sin parangón alguno.
Nunca, como en este caso de la futbolera simbiosis Barsa-Messi, un equipo ha ganado tanto gracias a un jugador, ni un jugador ha brillado a tales alturas gracias a su permanencia en ese equipo.
Más allá de los intereses económicos y políticos que envuelven y contaminan a esta novela, en lo estrictamente deportivo el panorama ideal para club y jugador sería que permanecieran juntos los tres o cuatro años que Messi pudiera y quisiera prolongar su brillantísima trayectoria como futbolista; la más brillante de todas.
Si lo que más desea el astro argentino es volver a ganar una Champions League y llegar al Mundial de Qatar en las mejores condiciones posibles, con un Barcelona adecuadamente reforzado y revitalizado contaría con las mismas probabilidades de éxito que si dichos objetivos los buscara con el Manchester City, el Paris Saint Germain o la Juventus, por mencionar tres de las opciones que se contemplan, una más probable que las otras.
Se antoja comprensible que a Messi lo seduzcan los millones y Guardiola, y que a Bartomeu lo mueva solamente la necesidad de sanear las finanzas del club (y las propias), pero si prevaleciera el criterio deportivo ninguna de las partes cometería el error de romper tan productiva relación.
Al romperse, algo perderá Messi pero mucho más el Barsa, porque él podría cambiarlo por un equipo equivalente o mejor, pero la escuadra blaugrana no tendría cómo, por dónde ni con qué para llenar ese hueco.
Messi en el City, en el PSG o en la Juve, convertiría a cualquiera de ellos en el principal candidato para coronarse como campeón en la próxima edición de la Champions League, con todo y esa aplanadora alemana llamada Bayern Múnich que seguirán teniendo en frente.
Para saber dónde termina jugando, esperemos el desenlace de ésta que durante mucho tiempo lució como una festiva novela catalana, que paulatinamente fue volviéndose trágica, misteriosa, convertida en el best seller futbolero del momento. Una maravillosa comedia que amenaza con terminar en drama.
Cosas del futbol... y de quienes se encargan de escribir en sus páginas.
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