Si esto fuera una serie, ha sido el final de temporada más inesperado en la inconmensurable carrera de Messi con el Barcelona. Su Barcelona. Sí, durante años ha tenido en su poder los papeles de propiedad. Messi ha sido cerebro y corazón a la vez.
Nadie imaginaba que esto acabaría así. Con un final tan anti climático, tan anti hollywoodense. De esos turbulentos y enredosos que todos terminan aborreciendo porque no se entiende nada.
Pero así fue. El hartazgo pudo más. La parte tóxica de la relación se impuso a la romántica, al recuerdo, a los buenos momentos. Había que terminar antes de que todo fuera peor. Antes que que alguna parte llamara a la policía. Antes de que todo se tuviera que resolver en los juzgados.
Puedo imaginar el dolor y la preocupación que esto le genera a LaLiga. Seguramente sus altas esferas no han podido conciliar en sueño. Se fue hace tiempo Cristiano Ronaldo y ahora Lionel Messi. Se quedan sin las dos más grandes estrellas de los últimos tiempos. Desde ahora pierden motivos, competencia, morbo, atracción, rating y hasta patrocinadores.
Barcelona equivocó los procedimientos. Desde hace un par de años, como mínimo, debió vislumbrar esta situación. No hizo nada. Dejó que la costumbre llevara a flote el proyecto como una rama en la corriente. A sus dirigentes les dio pavor siquiera pensar en la idea de no contar en algún momento con el genio argentino.
Si los culés pretenden renovar su ingeniería, si verdaderamente desean resurgir y resarcir los daños post Bayern, deben actuar como si ya no existiera Messi. Porque aunque se llegara a quedar, ya no queda mucho tiempo para que siga contestando el teléfono del conmutador, resanando vestidores y palomeando fichajes mientras se quita rivales de encima antes de mandar la pelota al fondo de las redes.
La relación se ha podrido, el presente se ha enturbiado y de seguir así, con predisposición de por medio, el hastío volverá más tarde que temprano.
Si esto fuera una sociedad moral, por todo el futbol que esparció con la camiseta blaugrana, le correspondería el 51 por ciento de las acciones. Sólo por eso. Porque en las relucientes vitrinas están inscritas las huellas de sus batallas.
Me encantaría que el final fuera de película de fantasía. Ya que la temporada 1 de este culebrón terminó de manera extraña, que el arranque de la 2 sea con un Ronaldo abriéndole las puertas al eterno rival. O que sea Pep el que rescate al amigo sin saber que quizá Messi sea quien lo rescate haciéndolo ganar lo que no ha podido ganar.
Muero por ver el nuevo "tráiler", la edición y saber si Messi volverá a sonreír. Tan harto está como nosotros de verlo llevarse las manos al rostro.
Cualquier nueva historia será mejor que el final tan agrio que los escritores han decidido hasta ahora con Messi y Su Barcelona.
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