El camino rumbo a la grandeza es largo y sinuoso. Muchos de los equipos que se atreven a tomarlo normalmente fracasan en su intento.
Tienen claro el objetivo, sus argumentos son los necesarios, la dirección hacia la meta es la adecuada, pero dar este pequeño y mágico salto para ser reconocido como grandes es un logro que pocos pueden presumir.
En una mitad de semana muy contrastante con lo vivido en el fin de semana pasado, Monterrey dio un ejemplo de cómo un equipo se queda en la orilla y cómo se achica sobre la línea que divide a los grandes de los demás.
La soberbia y una indigna actitud para un equipo que pretendía y tenía en sus manos traer a su casa el Estadio Tecnológico una Final antes de su despedida, fueron los motivos principales del fracaso. Los Rayados aportaron todo para que sucediera lo que me parecía imposible.
El Puebla, inmerso en el desesperante mundo del descenso, se vio obligado a alinear a sus suplentes, pero ya en la cancha el viejo Cuauhtémoc Blanco contó con el libre albedrío otorgado gentilmente por los contenciones Rayados.
Un Cuau gordo y sin movilidad, pero lo suficiente inteligente para aprovecharse de las facilidades dadas por su adversario.
Me dio la impresión que los dirigidos por Mohamed no sabían que estaban jugando una Semifinal. Era tanto el respeto de Zavala y compañía a la jerarquía de Cuauhtémoc, que en lo individual se vieron tan chicos como en lo colectivo.
Señores, en el futbol la grandeza tiene exigencias y obligaciones propias: ganar "siempre" los partidos comunes y corrientes y "no perder nunca" los encuentros trascendentales y los decisivos. El Monterrey todavía no sabe de eso.
Ahí viene el América, que cumplió con su grandeza en la Concachampions. Si los Rayados no ganan a los de Coapa volverán al mismo e incierto sitio de antes y su clasificación volverá a estar comprometida.
UNA BUENA LECCIÓN Los Tigres estuvieron muy cerca de hacerse más respetados y reconocidos en Sudamérica.
Lo positivo es que se mantendrán como líderes de su grupo y lo negativo fue haber dejado ir una gran oportunidad de prácticamente dejar fuera a un grande como el River Plate.
Le faltó el tostón para el peso con una ventaja tan clara y un adversario totalmente dominado es inadmisible no ganar.
Una dura, pero muy a tiempo, lección a los felinos. Así es la Copa Libertadores, y si realmente la quieren tener en su vitrina, tienen que aprender a matar al rival al que sea cuando esté moribundo. Perdonar no es el camino.
Tigres, con mucho futbol, se quedó con poco y River, con la pura camiseta, regresó vivo a su casa.
La lección ya la saben de memoria, sólo falta aprender y llevarla a cabo.
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