Tanto el Real Madrid como el Barcelona fueron eliminados en los Cuartos de Final de la actual edición de la Copa del Rey.
Los dos equipos más fuertes de España, y entre los más poderosos en el mundo entero, acostumbradísimos a ganar títulos o por lo menos llegar al umbral de los mismos en cuanto torneo participan, quedaron sorpresivamente fuera de la "real copa" apenas en su antepenúltima instancia.
Sorpresas que también se produjeron en los otros dos enfrentamientos de esos coperos Cuartos de Final, que de igual forma arrojaron como ganadores, en la práctica, a los equipos que la teoría señalaba como muy probables perdedores.
El Athlético de Bilbao, que después de 22 jornadas ocupa el noveno lugar en la Liga, eliminó en la Copa al Barcelona, segundo en la competencia liguera.
El Granada, que está ubicado en el décimo sitio, dejó fuera al Valencia, que va en quinto.
La Real Sociedad, octavo en la Liga, eliminó en la Copa al Real Madrid, que marcha como líder en el más importante torneo entre españoles.
Y lo más sorprendente de todo: al Villarreal, séptimo en el torneo de Liga, lo echó fuera el Mirandés, que ocupa el décimo primer lugar... ¡en la Segunda División!
Desde un enfoque pesimista y negativo, podría insistirse en lo decepcionante de las actuaciones o el desempeño de los más fuertes, incapaces de manifestarse como tales en los respectivos partidos.
Pero el enfoque optimista y positivo sería el opuesto: cada uno de esos sorprendentes resultados sirve para confirmar que las antes muy desniveladas y futboleras fuerzas se han ido emparejando en el balompié español, en beneficio de la Liga.
Ciertamente, parece que estamos hablando del menos brillante y eficiente Barcelona de los últimos 12 años, de este equipo que ha marcado toda una época; del equipo, quizá, que mejor haya jugado en la historia del futbol, pero que en la actualidad está muy lejos de hacerlo como en algún momento lo hizo.
Y estamos hablando, también, de un Real Madrid al que Zinedine Zidane ha logrado reconstruir cuando se desmoronaba (para así dejar plena constancia de su capacidad como entrenador y estratega, y no sólo como magnífico motivador y manejador de grandes figuras, algo que de antemano se sabía), pero que aún así sigue alejado - ese mundialmente famoso conjunto merengue- del nivel que como equipo se espera de un plantel con tal poderío.
Y a esos casos de los dos equipos españoles más grandes se añade el del Atlético de Madrid, aparentemente ya sin los alcances y los arrestos suficientes como para seguir compitiendo dentro y fuera de España con la gallardía y el éxito de anteriores campañas.
Más allá de cada caso y sus particulares circunstancias, luce alentador ese sano "emparejamiento de fuerzas" en el futbol español, en donde ha dejado de ser garantía (como prácticamente lo era) que madrileños y catalanes arrollen a cuanto adversario les pongan en frente.
Un bienvenido equilibrio, un sano emparejamiento del que -toda proporción debidamente guardada- siempre ha podido presumir nuestra mexicana Liga.
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