Por donde se le vea, el presente blaugrana es campo minado. Ni la historia, ni aquellos años relativamente recientes llenos de vitrinas, glamour y esplendor, sirven de algo para bajar la tensión que se respira cuando se camina por los pasillos que acostumbra Bartomeu antes de entrar a la oficina.
Desde lo institucional hasta lo deportivo, la piel del Barcelona está agrietada y lacerada.
Por tamaño de institución, por poderío, por estatus, Barcelona tenía que resarcir los daños cuanto antes. No es un equipo que pueda darse el lujo de esperar a que los espasmos desaparezcan con el tiempo.
Por ello es que pronto presentaron a Koeman. Consiguieron desvincularlo de Holanda para convertirlo en bálsamo, en fino ungüento para desaparecer las ámpulas tras el ridículo en Lisboa.
Con un discurso calmo y sereno, Koeman, el héroe hace 28 años en Wembley, generó cierto alivio entre la afición. Transmitió esa paz que encuentra el enfermo cuando en el médico, aún sin ser recetado, siente mejoría con sólo ver la bata del galeno.
Pero... ¿qué pasará después? ¿Hasta dónde llegará el proyecto de Koeman? ¿Era el indicado? En algún momento llegarán las elecciones, aparecerán los conflictos de poder y todo podría dar un vuelvo de 180 grados.
Nadie sabe qué pasa por la cabeza de Messi ni cuánto tiempo más soportará el astro argentino en un lugar que parece, por instantes, provocarle cierto hartazgo.
Ni el propio Koeman tiene claro a lo que habrá de enfrentarse. Desconoce qué piensan y cómo actúan las figuras del equipo. Si cayeron en un letargo, en un cómodo aburguesamiento o si el problema pasa por lo futbolístico.
Credenciales tiene. Y un ADN que huele a Cruyff. Pero no todo dependerá de Koeman para que el Barcelona encuentre de nuevo la luz en el camino. Guste o no, mucho dependerá de Messi y de todo lo que pase con él. De su estado físico y sobre todo anímico. Del respaldo que sienta, de las ganas que tenga de seguir siendo el más grande o de la frustración que pueda ocasionarle el saber que los años se agotan.
Lio está en un momento bravo. Tendrá que tomar una decisión. Tanto o más severa que la de Koeman que fue capaz de romper con una Selección histórica y repleta de grandes estrellas como Holanda, por fichar con el club que le hace latir el corazón. Seguir o buscar una nueva aventura (lo cual sería muy válido).
Ningún jugador es eterno para un equipo. El legado siempre permanecerá pero no la presencia. Barcelona debe comenzar su revolución interna perdiéndole el miedo a Messi. Perder el miedo de perderlo. Comenzar a planear con o sin él. Y no elaborar planes de rescate como si ahí dentro hubiera un Messi de 25 años.
El problema del Barcelona no pasa por la dirección técnica. Pasa por el problema de pensar en ver a Messi con alguien más.
Y eso, como en el amor, duele, ciega y no deja pensar con claridad.
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