No sé exactamente por dónde empezar. Si por la dignísima actuación del combinado mexicano Sub 17 o por las teorías de conspiración que fabrican - cual sea la categoría o evento en turno - aficionados, comunicadores, comentaristas y periodistas. Esa maldita e insana costumbre de buscar respuestas en los colmillos del lobo cuando están en las narices de todos.
Yo soy de los que está cansado que siempre "algo pase" con México o peor aún, que siempre "algo malo le hagan" para acabar con sus aspiraciones. Dudo mucho que bajo una capucha se esconda la mirada perversa y maquiavélica de algún personaje de alto rango que oprima el botón rojo de "acaben con ellos".
Resulta que frente a Brasil, una polémica jugada arbitral que llegó hasta las entrañas del VAR, es lo que imposibilitó a México de coronarse por tercera ocasión en el Mundial Sub 17. Que por culpa del silbante, los nuestros se desconcentraron tanto que fallaron severamente en el segundo gol que acabó con el sueño. Es decir, que el árbitro no sólo provocó el empate sino también la derrota.
Ya basta. Aprendamos a reconocer que la derrota es parte esencial del juego. Mientras no dejemos de victimizarnos eternamente y mientras no dejemos de lado el delirio de persecución, no vamos a crecer. Creer que se perdió porque así se decretó desde alguna esfera macabra, es enfermizo, perjudicial e innecesario.
Nadie habla de la jugada del segundo gol de Brasil. De la grotesca desatención defensiva, del enorme hueco generado en el área chica. Dicen que fue por culpa del árbitro que los "sacó" del juego, que los desconcentró y desmoronó. Siendo así, pues trabajemos entonces en la parte mental, en el traslado y la transición de las emociones. Que del enojo aparezca la garra o la resiliencia y no, la depresión que baja el interruptor.
¿Hasta cuándo seguiremos viviendo de los "No era Penal"? Nos eclipsan y confunden tanto esas leyendas que perdemos de vista la parte importante: reconocer que algo se hizo mal.
En el Mundial del 2014, ¿por qué Holanda se paseaba en nuestra área como si fuera su jardín a esas alturas del partido en lugar de que el balón estuviera en la esquina contraria protegido por alguno de los nuestros?
Nos falta un mundo para aprender a manejar partidos, para tener cabeza fría en los momentos de apremio y para no tenerle miedo a la victoria.
Así como no es casualidad que México sea potencia en la categoría infantil - juvenil, tampoco es circunstancial el que siempre caigamos de formas similares en instancias definitorias.
¿Qué le falta a México? Hacer lo que esté encima de lo suficiente para no tener que lamentarnos por polémicas arbitrales. Hacer ese gol extra que mate al rival y de paso, a las teorías de persecución. Se puede. Sucedió en Londres 2012.
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