Mañana, de la cancha del Estadio Azteca, saldrá el nuevo campeón del futbol mexicano.
Con un 2-1 favorable al Monterrey después de 90 minutos, en los siguientes 90 de mañana (¿ó 120?) se verá si la ventaja regiomontana prevalece, o si el América logra darle la vuelta al asunto.
En aquel "primer tiempo" del jueves, los Rayados se alzaron con la victoria con todo merecimiento, aunque con mayores dificultades de las previstas por ellos mismos; porque el trabajo del América, sobre todo en el intento de cerrarles los espacios y desactivarles su juego, fue casi casi impecable.
Incluso, durante el prolongado lapso en que jugó con un hombre menos (excelente el VAR al decretar esa expulsión de Córdova y al dar por buenos ambos goles del Monterrey), el América hizo en cada momento del partido lo que defensivamente tenía que hacer, dándose además el lujo de amenazar siempre por la vía del contra-ataque.
Tanto Miguel Herrera como Antonio Mohamed dejaron en ese partido plena constancia de su gran capacidad como estrategas, con planteamientos que rayaron en la perfección, acordes con lo que cada equipo buscaba y requería; y con la lucidez necesaria para realizar cada cambio adecuado en el momento oportuno, algunos de ellos obligados por lesiones u orillados por esa expulsión que modificaba las cosas.
A esos inteligentes planteamientos hay que añadirle la entrega permanente de todos los jugadores, la pierna fuerte y el ritmo intenso con que se jugó todo el partido. Pero si éste no fue mejor, si no respondió cabalmente, si no ofreció el nivel de espectáculo futbolístico que se esperaba (considerando la calidad y el poderío de cada contendiente), se debió al bajo rendimiento de varias piezas rayadas; empezando por Carlos Rodríguez -quien después de su memorable actuación ante Liverpool "redondeó" sus peores 40 minutos del torneo con un garrafal autogol-, acabando con Rodolfo Pizarro y pasando por Jesús Gallardo y algún otro.
Ni siquiera Rogelio Funes Mori había tenido su mejor noche, hasta que anotó uno de esos memorables golazos que valen por un partido y pueden valer hasta por un torneo, o por un título.
Y en el caso del América, por cierto, además de las 2 grandes atajadas de Guillermo Ochoa, lo de Guido Rodríguez sigue siendo ejemplar.
A pesar de los pesares, sin jugar el partido que de ellos se esperaba, los Rayados supieron ser mejores y llevarse la victoria. Es decir, que ganó el que más lo buscó aunque casi siempre lo buscara mal: sin claridad, atrabancado, impreciso en el manejo de la pelota y en muchas ocasiones errático en la elección de la mejor jugada posible.
Lo de mañana, sin embargo, será otra historia, seguramente con un América más ofensivo y un Monterrey más especulador y precavido.
Por tercera vez en esta Liguilla, el América irá en pos de revertir la desventaja sufrida en la ida, y por tercera vez el Monterrey tratará de conservar como visitante la propia ventaja adquirida en su cancha.
Puesto en números y probabilidades, el asunto se ve más o menos en un 55-45 a favor del Monterrey, lo que indica que, en realidad, la balanza podría inclinarse hacia cualquier lado.
Y ustedes, queridos lectores... ¿hacia cuál se inclinan?
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