Los Rayados se presentaron con una victoria en el Mundial de Clubes.
Sin encontrar su mejor juego y con mayores apuros que los previstos, el conjunto albiazul aprobó discretamente su primer examen en este torneo.
Fueron algunas esporádicas conexiones y los destellos individuales (¡qué golazo el de Vangioni!) los factores que forjaron el merecido triunfo rayado; pero no el empaque y la eficiencia colectiva que sí serán indispensables en su siguiente compromiso.
Supo dar la escuadra regiomontana ese paso, cumplir con la materia obligada: aunque sin brillantez alguna, ganar su primer partido y con ello el privilegio de enfrentar al Liverpool en el segundo.
Ahora, ante esa oportunidad que cualquier futbolista quisiera tener, la obligación es otra, muy distinta; porque no hay equipo en el mundo que esté "obligado" a vencer al actual campeón de la Champions League, a un Liverpool cuyo nivel futbolístico es en estos momentos, además, superior al que ostentaba hace seis meses, cuando se coronó en el torneo de clubes de mayor prestigio en el planeta entero.
Ante un adversario de ese tamaño, la única obligación, la que en realidad debe asumirse en cualquier partido, es la de jugar lo mejor posible, compromiso con el que deberán cumplir los Rayados el próximo miércoles.
Jugar como ya se sabe que pueden hacerlo... y descubrir para cuánto les alcanza.
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