El gran director de cine, Patricio Guzmán, dijo alguna vez que un país sin documentales es como una familia sin álbum de fotos.
Autor entre otras grandes obras de "La batalla de Chile", que versa en dos partes del golpe de estado a Salvador Allende y muchas de sus consecuencias, cuenta que cuando lo pudo presentar por primera vez, su audiencia era de estudiantes universitarios. Su primera reacción fue guardar silencio sepulcral y la segunda estallar en lágrimas al enterarse de todo lo que había sucedido en su patria.
El documental estuvo enlatado muchos años por la prohibición del gobierno de Pinochet para exhibirlo en cualquier tipo de sala, como orden de una dictadura implacable.
Las jóvenes generaciones hicieron conciencia de los sufrimientos de sus familias a través de un documento fílmico que se les hizo presente muchos años después, lo que el pasado hubiera hecho olvidar.
Los documentales son una manera formal de contar las historias que no deben ser olvidadas.
Ante la muerte de Tomás Balcázar, las cortas reseñas que hacen referencia a su enorme historia como Chiva y como mundialista tienen para los nuevas generaciones un solo dato que les llamará la atención: es el abuelo del "Chícharo" Hernández.
El paso inexorable del tiempo hace que el polvo cubra las viejas y buenas historias que deberíamos tener mucho más conscientes.
Su legado no es merecedor de ser olvidado en el instante en que sus contemporáneos se le sumen en el destino final.
Las historias que forjan a nuestro deporte son difícilmente registradas porque la memoria es corta y los esfuerzos de quienes desean contarlas son acotados y poco reconocidos.
Jorge Witker, uno de los estadísticos futboleros más importantes de las últimas generaciones, murió joven hace unas cuantas semanas y sin dejar a alguien su legado para que pudiera ser continuado.
No debió irse tan temprano y, en todo caso, debió irse millonario porque su trabajo tenía mucho valor, pero no estaba correspondido por el precio que etiqueta los roles nuestra amnésica industria deportiva.
Ahora se perderá en algún cajón, resguardado por su amada familia.
El Salón de la Fama del futbol mexicano, en Pachuca, tiene en Toño Moreno a un paladín que reúne historia gracias a la visión de los Tuzos.
En la investidura de 2019, Tomás Balcázar fue abrazado por dicho recinto y Enrique Borja ofreció un memorable discurso para reconocerlo. Fue, tal vez, su última aparición en un evento público.
Cuando se anuncian dos entregas más de la serie documental de Michael Jordan, da envidia y se entiende que no todo se trata de dinero.
Se trata de voluntad y cultura para inmortalizar a quienes lo merecen.
Como a Tomás Balcázar, envuelto en su mortaja con la anécdota de que es abuelo del "Chicharito".
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