La industria del deporte en México y en el mundo camina por una endeble cornisa. Se aferra con las uñas a la "nueva normalidad". Cualquier movimiento brusco, cualquier error o cualquier exceso de quienes la integran o forman parte de ella directa o indirectamente, podría derrumbar todo el esfuerzo que se ha hecho por mantenerla de pie en los inestables terrenos a causa del Covid-19.
Un director técnico, como cabeza de un proyecto, no puede estar persiguiendo al futbolista para ver qué es lo que hace después de abandonar las instalaciones de entrenamiento. No puede estar con el ojo pegado a la cerradura para indagar en su vida privada, si están incurriendo en alguna falta o si están rompiendo el protocolo de sanidad. Son cuerpo técnico, no un cuerpo de nanas a disposición del jugador para cuidarlos ante un eventual riesgo.
"No tengo conocimiento de quién fue a la playa. Sé que todos son responsables. Sé que todos salimos negativos así que eso es lo que sé y en sus días libres no puedo imponer más de lo que corresponde. Ellos saben de la responsabilidad social y ante la institución y el equipo, cuál debe ser su comportamiento, no puedo hablar de supuestos. No estoy enterado de que hayan ido a la playa", dijo en conferencia virtual Robert Dante Siboldi.
Aunque la declaración suena un tanto desafortunada al mencionar que desconocía en lo absoluto dónde estuvieron sus futbolistas en los días que les otorgó de descanso después del juego ante Puebla, puedo entender a Siboldi. Ir tras de ellos para recordarles, sugerirles y advertirles que ante las condiciones que vivimos hay cosas que no pueden -ni deben- hacer, no forma parte de su labor. No le corresponde estar metiendo las manos al fuego cada vez que a alguno se le haga fácil hacer esas cosas buenas que terminan pareciendo malas.
Hoy más allá de la responsabilidad social, hay una cuestión que termina por generar líos interminables y que es parte de una era digital que, así como ha traído grandes beneficios, ha arruinado proyectos a causa de una simple fotografía convertida en contundente evidencia.
Será labor de Jaime Ordiales poner orden cuanto antes, y del jefe de prensa asesorar a Siboldi diciéndole por dónde vendrán los cuestionamientos para evitar enojos.
Esta necesidad social de exponer todo lo que hacemos, a dónde viajamos, cómo vestimos, qué comemos y dónde descansamos, ha desatado una cascada de consecuencias poco favorables.
A mayor exposición, mayor flujo de críticas y menor margen de defensa.
ATLAS De nada servirá el video donde aparecen los rojinegros consternados y apenados si no hay una mejoría clara y un triunfo de por medio en su próximo duelo ante Atlético San Luis el domingo.
Ahora Atlas carga más presión y mayor obligación. El mínimo compromiso es que si van a "morir", se "mueran" de algo en la cancha. El proyecto en lo numérico y deportivo está pulverizado.
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