Cuando Javier Aguirre regresó de su difícil estancia en Osasuna para jugar con Chivas, le hice una entrevista antes de su partido de presentación a un lado de la cancha del Jalisco.
"Quienes no tenemos grandes dotes técnicas, necesitamos apelar a la hombría y la entrega. Así he jugado siempre y así es que superé once meses fuera de las canchas por una fractura. A Chivas vengo a entregarle lo mismo".
Era ese el contexto de la charla. A los 29 años, la cuerda y la pasión le permitieron al "Vasco" jugar seis temporadas con el Guadalajara antes de convertirse en auxiliar técnico de Miguel Mejía Barón en la Selección Nacional.
Miguel ha tomado mil decisiones correctas en su carrera, e invitar a Javier -igual que a Ricardo Ferretti- a iniciar lo que hoy son incomparables carreras como directores técnicos, fueron dos de ellas.
Leganés es un equipo con presupuesto limitado que había perdido nueve partidos de doce y despachado a dos entrenadores cuando llamaron a Javier Aguirre.
En los 26 partidos que dirigió perdió otros nueve y parecía que lograba el milagro ayer en su campo frente al Real Madrid, al que tuvo en un puño varias veces pero no le pudo marcar el gol de la victoria que cambiara la historia.
Si la película del Levante se hubiera filmado en Hollywood, contaríamos que se marcó el penal a los 85 por una mano clara que el VAR no dejó siquiera que el árbitro central revisara en la pantalla.
O hubiera, mejor, caído el gol en ese contragolpe fulminante con seis jugadores devorando metros que culminó a los 93 con un disparo de Óscar por encima del larguero tras un recorte magistral y con toda la puerta a disposición. El clímax de la última escena.
Javier hubiera tenido entonces que posar para que le hicieran una estatua como la de Rocky, el estadio del Leganés podría llevar su nombre a partir de hoy y se estaría hablando de una de las mayores hazañas de su carrera.
Pero en Europa las películas no suelen tener final feliz: la apología al héroe no es habitualmente lo que ocurre antes de que se prenda la luz en la añorada sala de cine.
El esfuerzo de un equipo sufrido que se repone a todas las calamidades de ventas, suspensiones, lesiones y un error arbitral decisivo son solo respiros que se toma el protagonista, atado irremediablemente a lo que su destino ya tenía marcado: quedarse en la orilla.
Javier Aguirre lo hizo muy bien y pese al descenso se va aplaudido, otra vez en la vitrina y propenso a recibir mejores alternativas de trabajo.
Leganés lo hizo como el "Vasco" en Chivas y en todo lugar en que se ha parado: con hombría y entrega, a falta de mayor calidad en su valiente plantel.
Filmará pronto de nuevo y tal vez el final, ahora sí, será uno de los que merece y nos gustan.
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