Venir en estos tiempos a exigir y ponderar romanticismos es cegarse ante la dura realidad que estamos viviendo... (y lo que falta).
Si desde hace décadas, varias décadas, la búsqueda de mejores condiciones para establecer proyectos dentro de la industria del deporte ha sido una constante, ¿por qué pensar que ahora debería dejar de serlo?
En los tiempos del "Campeonísimo", dudo mucho que Tomás Balcázar, Chava Reyes y "El Bigotón" Jasso, hubieran imaginado que su campo sagrado en unos años llevaría el nombre de una marca. Y sucedió. El equipo más popular del País, debió aceptar poco más de 400 millones de pesos a cambio de que su flamante casa llevara por nombre "Estadio Akron" durante 10 años.
Negocios son negocios.
Hace unos días hablábamos sobre el polémico asunto del no descenso. Y justo aterrizábamos en que el futbol, al menos en México, no reúne las condiciones para seguir operando con tonalidades en sepia y que si no se intentaba un rescate financiero y un nuevo modelo, las consecuencias económicas podrían ser fatales en unos años.
La industria del deporte en cualquier parte del mundo necesita solvencia, estabilidad, recursos y finanzas sanas. Nadie está para tirar su dinero a la basura por puro gusto.
Ya los Nicandro Ortiz, los Valente Aguirre y los Enrique Fernández, no tuvieron más cabida por las dificultades que hoy representa mantener a un equipo.
Desde hace años se han buscado nuevos inversionistas que vengan a meter dinero nuevo y empresas que aniquilen la multipropiedad pero no los hay. Nadie quiere entrarle. ¿Entonces?
A la NFL siempre le han puesto como una industria ejemplar. Basta echar un vistazo para entender que cuando no hay condiciones, no hay futuro y que es mejor renovarse. Los Raiders se mudan a Las Vegas, a un espectacular estadio con valor de 1,900 millones de dólares. (Su tercer cambio de sede, por cierto).
Los Rams dejaron St. Louis para jugar en Los Ángeles y próximamente en el "SoFi Stadium" que rondará los 3 mil millones de dólares.
Así es esto. Por más que duela al aficionado el arraigo y la historia, de la taquilla no vive una institución. Ni en tiempos pasados y mucho menos ahora.
Los Supersonics de Seattle, grandes animadores en los 90, desaparecieron ante la falta de interés de las autoridades de Washington para financiar la modernización de su Arena y decidieron buscar nuevos horizontes hasta convertirse en el Thunder de Oklahoma.
En México, Ángeles de Puebla mutó en Santos; Irapuato en Veracruz, luego en Jaguares y por último en Querétaro. La Piedad en Veracruz, Celaya en Colibríes y Curtidores en Puebla.
Los Indios de Ciudad Juárez descendieron y desaparecieron al igual que Tecos. Otros también borrados del mapa por dineros de dudosa procedencia. Y de Necaxa y Atlante, mejor ni hablamos.
¿Nos vamos a hacer los sorprendidos? Lamentablemente, nada que no conozcamos.
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