Más allá de sus virtudes y defectos es indudable que a Jorge Vergara lo extrañarán mucho las Chivas en particular y el futbol mexicano en general.
Pero antes de ir aquilatando el legado de este controvertido personaje, reconozcamos y disfrutemos lo que está haciendo un puñado de jóvenes mexicanos, de ésos en los que tanto confiaba el exitoso, atrevido, visceral y vanguardista empresario y dueño de las Chivas.
Porque la Selección Mexicana Sub 17 ratificó su condición de potencia en dicha categoría y se instaló en la Final que se jugará mañana, última instancia en la que deberá medirse ante el poderoso conjunto brasileño, anfitrión en este torneo.
Es todo un logro, altamente meritorio, el alcanzado por los juveniles tricolores después del azaroso camino recorrido en este Mundial Sub 17: un empate a cero ante los paraguayos, una derrota (1-2) ante los italianos, la goleada de 8-0 sobre el representativo de las Islas Salomón (resultado que les permitió avanzar como el mejor de los terceros lugares de grupo), sendos triunfos ante japoneses y coreanos (2-0 y 1-0), y un empate en Semifinal ante los holandeses, doblegados después por la vía de los penales.
A pesar de ser claramente superados por la eficiente y dinámica Holanda en lo que se refiere al futbol desplegado por ambos contendientes, el pasado jueves estos jóvenes pero maduros jugadores supieron capotear las complicadas condiciones del partido y se impusieron en la ejecución desde los once metros; gracias a Eduardo García, excelente portero que se encargó de detener de muy parecida manera lo que tres adversarios lanzaron.
A diferencia de lo que suele suceder con distintas ediciones de la Selección Mexicana, ahora no se habló de "caer con la cara al sol" o del "jugaron como nunca y perdieron como siempre", sino todo lo contrario, de lo que se habla y seguirá hablándose es de haber triunfado sin brillantez alguna, pero sí exhibiendo esa madurez que alcanzan los grandes equipos, esa capacidad que permite salir airoso incluso en partidos en los que el rival impone condiciones con su juego.
Si nos remitimos a la calidad de los futbolistas, resulta evidente la superior riqueza en Selecciones como las de Brasil, Francia o la propia Holanda. Pero otra vez han sido los argumentos colectivos (orden, disciplina, adecuada repartición del terreno y el esfuerzo, solidaridad en el trabajo defensivo y ofensivo) los que han propiciado el éxito de este equipo. Argumentos que ha sabido instaurar y fortalecer Marco Antonio Ruiz, como en su momento supieron hacerlo otros directores técnicos.
Ejemplares juveniles tricolores, como lo fueron aquellos campeones del 2005 con Jesús Ramírez, o los del 2011 con Raúl Gutiérrez, o los subcampeones del 2013 con él mismo.
¿Por qué después se pierde en el camino la mayoría de esos promisorios futbolistas mexicanos?
¿Qué tanto inhibe su posibilidad de crecimiento y desarrollo esa sistemática reducción de plazas disponibles para ellos, principalmente en los equipos mexicanos del máximo circuito?
Para variar, la respuesta queda en las manos -y en la cabeza- de los de pantalón largo.
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