La columna vecina -y amiga- de Roberto Gómez Junco nos dejó en ascuas por sus juicios certeros... hasta antes de que se jugaran los partidos del martes en las Semifinales de las copas continentales.
Porque es un hecho que el resultado condiciona la opinión, que la opinión que tenemos de un club o de una Selección puede cambiar dramáticamente en noventa minutos dependiendo lo que haya dicho su desempeño, la suerte o hasta las circunstancias.
Ya sabemos que el filósofo de Güémez además de ello es también sabio y aseguraba que todo está bien.. hasta que se pone mal.
La victoria sufrida, angustiosa, desesperante de la Selección Mexicana ante la de Haití puede dejar muchas dudas sobre lo acontecido en ese duelo.
Los mexicanos no pudieron contra los gigantescos caribeños que no perdieron un solo balón aéreo, jamás fueron desplazados por una carga legal y su zancada nunca perdió un mano a mano contra uno de los verdes porque si eran desbordados, de un paso recuperaban su capacidad de seguir estorbando.
Que Haití ha mejorado y es un equipo organizado no tiene duda, pero que el Tri hizo un peor partido que el pensado por su falta de puntería, desborde y combinación, tampoco.
El foco finalmente debe ser puesto en los objetivos planteados y la manera en que se camina hacia ellos. El pase a la Final, que pese la polémica del penal no puede ser considerada injusta, es un indicador irrefutable.
Hay días en que un equipo funciona mejor que en otros. Y como contra Costa Rica, ocasiones en las que el rival crece, pone las cosas difíciles y eleva la calidad de la prueba.
Cambiar la opinión sobre el equipo mexicano tras los noventa minutos contra Haití es algo normal mientras se restringa al análisis del propio partido. Extenderla de manera retroactiva para calificar el breve proceso de Martino, es una exageración.
El resultado primero, y la actuación después, sellarán la conclusión de la primera aparición oficial del "Tata" en un torneo.
Para Argentina, por otro lado, la eliminación ante un superior Brasil con todo y los errores arbitrales, si que ratifica una opinión formada desde hace tiempo: la generación albiceleste no tuvo la altura para acompañar a Messi, que se mantiene sin títulos con su seleccionado.
La maldición perseguirá al astro, sabiendo que cada vez hay menos posibilidad por razones cronológicas de tomar una revancha de las Finales perdidas y las tragedias sufridas. La tendencia se mantiene y eso es lo que permite juicios que no estén atados a una mala racha o un mal partido.
En el caso de México, tras nueve partidos, aventurado es juzgar de más.
Quien lo haga, corre el riesgo de morderse la lengua en muy pocas horas.
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