"...Y que quede muy claro: no estamos buscando a nuestro Gignac como dicen algunos por ahí".
Eran los primeros días de enero del 2018 y el América anunciaba, casi con "bombos y platillos", la llegada del futbolista francés Jérémy Ménez. Miguel Herrera se daba tiempo, como siempre, para todo, incluso para descartar rotundamente que el popular club, autodenominado como "el más grande" de México, estaba tratando de encontrar una versión similar a la del futbolista que Tigres había logrado traer a México años atrás.
La realidad es esa. Le guste o no a algunos -incluyendo al llamado "Piojo"- es que la mayor parte de los clubes, sino es que todos, buscaron y siguen buscando, afanosamente, a un jugador de las condiciones de Gignac. Y cuando hablo y resalto las "condiciones", hay algo más que futbol en contexto. Las estadísticas, los hechos irrefutables en el campo de juego, las Copas -títulos- que ha conseguido y el protagonismo que ha alcanzado han catapultado al francés como uno de los mejores futbolistas en la historia de Tigres y uno de los grandes jugadores extranjeros que han venido a enriquecer nuestro juego, pero ello es sólo una parte de lo que él ofrece durante cada jornada futbolística.
La diferencia básica entre Gignac y muchos otros jugadores de gran calidad que han venido a México -incluyendo al tal Ménez del América- está en el compromiso. Gignac entendió perfectamente bien a dónde llegaba, qué se esperaba de él y qué debía hacer para triunfar en un futbol como el mexicano. Desde que las puertas eléctricas que dan acceso al área de llegadas internacionales del Aeropuerto Mariano Escobedo se abrieron en aquella tarde de verano del 2015, su tenue sonrisa descubrió un mundo totalmente pasional, polarizado y también firmemente vinculado a poderosas raíces locales.
El regio y su futbol. El regio y sus Tigres. El regio y sus Rayados. El regio y su forma de entender el juego. El regio y sus "República futbolística de Monterrey". El regio y su mundo propio, particular, cerrado, sellado, lacrado, cegado por sus ansias protagónicas.
Nadie como Gignac ha empujado y colaborado para "abrir" un horizonte diferente desde la cancha. El inteligente francés comprendió que él podía y debía colaborar con la emancipación -liberación- del futbol de Monterrey. ¿Y cómo lo iba a lograr? Manteniendo un nivel protagónico en la cancha -cosa que le basta con sus grandes habilidades-, aceptando el compromiso pasional y social que significa Tigres, su rivalidad con Rayados y sus nuevos horizontes de competencia, el paso a las "grandes ligas" del futbol mexicano que significa ponerse en la estatura del América, de Cruz Azul, de Chivas y de Pumas y de pelearles al tú por tú sin complejo alguno.
A Gignac era tan común verle en una tarde de martes "sacudiendo" las redes de la portería de Zuazua como tendido en la cama del ala infantil de oncología del hospital metropolitano "robándole" una sonrisa al niño convaleciente.
Gignac es, por mucho, el futbolista más trascendente que ha llegado a México en los últimos tiempos. Y en la historia, habrá que hurgar si alguien arribó con la misma perspectiva, necesidad y obligación a su alrededor. Reinoso hizo grande al América. Marín le dio un sentido antológico a Cruz Azul. Cardozo "endiabló" al Toluca y Cabinho irradió potencia y gol, pero lo de Gignac es diferente. Él aceptó un compromiso, lo hizo suyo, de su familia, de su sangre, de su espíritu y se ha encargado de llevar al futbol de Monterrey más allá de sus propias "fronteras".
Twitter: @Faitelson_ESPN |