Una y otra vez el futbol mexicano ejercita y pone a prueba nuestra capacidad de asombro.
Una y otra vez, lo que sucede en la cancha es rebasado y desplazado por lo que acontece fuera de ella. Con frecuencia pasamos del buen futbol que a veces se juega, a los múltiples e intrincados intereses que siempre contaminan el juego.
En esta ocasión, del magnífico desempeño de la Selección Mexicana que derivó en el merecido y muy meritorio triunfo a domicilio sobre la escuadra holandesa, pasamos a un drama leonés cuyos alcances y extensión se antojan impredecibles.
Cuando el futbolero tema principal del momento era la personalidad, el empaque y el buen futbol exhibidos por el conjunto tricolor en la cancha del Johan Cruyff Arena de Amsterdam, como nuevo y sorprendente tema irrumpe el del actual líder del Guardianes 2020 que por lo pronto se queda sin lugar donde jugar.
Cuando seguía saboreándose la dulzura implícita en la capacidad desequilibrante de un Jesús Manuel Corona en plena madurez como futbolista, vuelven a ser los de pantalón largo quienes se encargan de desequilibrar las cosas y de aderezar cualquier sabor con su toque amargo.
El poderoso y rugiente León expulsado de su guarida. Sin saber si será sólo por unos días, por unas cuantas semanas o hasta que inaugure su propio y flamante estadio, increíblemente se ha quedado sin cancha y sin casa el equipo que mejor juega en la actualidad, que mejor ha jugado desde hace dos o tres años.
De ribete, para redondear el asombroso panorama -e inscrita en otro más o menos futbolero y muy oscuro asunto de moda- aparece la indispensable "aclaración" de la FMF "en relación a las publicaciones sobre supuestas transacciones sospechosas por parte de la Federación Mexicana de Futbol a ex directivos de FIFA o a empresas relacionadas".
En lugar de meterse a desmenuzar la nada convincente aclaración ofrecida, y en aras de entenderle un poco mejor a estas cuestiones, o por lo menos para divertirse en el afán de entenderles, vale la pena ver dos magníficas series de diferente corte, una de hace rato y otra reciente: El Club de Cuervos y El Presidente.
El Club de Cuervos, como aleccionadora parodia y entretenido acercamiento a nuestra peculiar realidad futbolera.
Y El Presidente, como estremecedor y muy bien encauzado y adornado "testimonio" de la forma en que se manejaban las cosas y los negocios (como seguramente siguen manejándose) sobre todo en el ámbito sudamericano previo al "FIFA Gate" que en 2015 sacudió al balompié profesional del mundo entero.
En este caso de El Presidente, el magistral retrato de una realidad inquietante y turbia; y en el caso del Club de Cuervos, los divertidos y caricaturizados juegos alrededor del juego y como alegre ficción.
Por enésima ocasión en nuestro muy mexicano balompié, una ficción ahora superada por el drama esmeralda.
Cosas de nuestro futbol, en el que a pesar de todo, como diría Maradona, "la pelota no se mancha".
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