Sigue siendo algo increíble esto del futbol como fenómeno social.
En México y en todo el mundo, este maravilloso juego-deporte-espectáculo-negocio provoca reacciones que ninguna otra actividad deportiva se acerca a provocar.
Ni siquiera en los musicales rubros, y a veces tampoco en lo que respecta a las diferentes preferencias y manifestaciones religiosas, se consume a tal grado y con tal avidez el correspondiente producto.
La camiseta del propio equipo se presume y se defiende con mayor fervor que el exhibido al presumir o defender -cuando los hay- las propias ideas y los particulares principios.
Un futbolero fervor que ha proliferado a lo largo, ancho y redondo del planeta, pero que cada pueblo vive a su manera.
En este México mágico y lúdico, intrépido y enigmático, pero también trágico y abúlico, anémico y paradójico, las cosas del futbol se tornan inevitablemente "esdrújulas".
Esdrújulas en el implícito y folclórico sentido de únicas, inéditas, volátiles, atípicas.
Sólo en México se consume con tal beneplácito, por ejemplo, ese suculento producto llamado Selección Mexicana, esa "gallina de los balones de oro" tradicionalmente exprimida al máximo.
Sólo en México y en su Liga MX puede un dueño serlo de varios equipos, o puedes garantizar con dinero la permanencia en Primera División que no supiste defender en la cancha; o puedes ser campeón en tres semanas aunque hayas ocupado el octavo lugar después de 17 ó 18 jornadas.
Lo que nuestro futbol sí comparte por completo con el de otros países, es la tremenda repercusión que va más allá de las canchas.
Como también sucede en otros lares, al realizar en México cualquier recorrido a lo largo de su historia, en algún momento el futbol se convierte -en mayor o menor medida- en un asunto al que ineludiblemente hay que asomarse.
Por eso en Méjico Esdrúxulo (www.mejicoesdruxulo.com), mi literaria y poética aventura extrafutbolera, los asuntos balompédicos no podían soslayarse del todo.
En ese largo poema, en esa empírica y endecasílaba travesía por la historia de México, irremediablemente ameritó el futbol una cuarteta y dos tercetos: Obligado a nadar sin ver la orilla, laberíntico flotas en tu afán, y contigo no valen circo y pan, mientras tengas futbol y la tortilla.
Te conformas con eso que te dan, lo esencial no lo ves con tal apego, ciudadano no eres, eres fan.
Sufrirán tus asuntos hoy y luego, porque no te apasionan los vitales al nivel que veneras ese juego.
¿Cuál sería y cómo estaría en la actualidad nuestro maltratado México si desde siempre hubiéramos vivido otros asuntos y participado en otros temas con similar pasión a la que se vuelca en el futbol?
Probablemente otro, seguramente mejor.
Twitter: @rgomezjunco |