La realidad es que, por donde se le vea, estamos "jodidos". Yo no confío en las autoridades futbolísticas y usted no confía en las autoridades gubernamentales. Y en medio de esa evidente falta de confianza, los estadios del futbol mexicano comenzarán a reabrirse esta noche.
Para el futbol -tanto para el negocio como para el espectáculo- es abrumadoramente benéfico que los aficionados vuelvan a las tribunas, pero la pregunta más inquietante en el tema no la puede responder un simple periodista deportivo: ¿Es tiempo, realmente, de que los estadios vuelvan a abrirse en México?
Las cifras que arroja la pandemia en el País siguen siendo alarmantes. El número de fallecidos, los contagios, el índice de letalidad sobre un universo donde entendemos que faltan muchas más pruebas para conocer la verdad absoluta. Insisto, sin ser un experto -no soy un doctor, un científico, un epidemiólogo-, creo que el escenario es desfavorable y que la decisión nunca debía estar en manos de los intereses futbolísticos que indudablemente están desesperados por reactivar la industria. Para ello, hay que confiar en la otra parte de la "ecuación", que son las autoridades de salud, a los que también ensombrecen intereses económicos, sociales y políticos.
Los clubes están desesperados e inmersos en una de más profundas crisis económicas de la historia. Algunos de ellos, dependen en demasía de los ingresos a las tribunas. Ellos saben que hay una urgencia por volver y que, vista desde cierto ángulo, es totalmente comprensible. Y el gobierno requiere que el futbol cumpla su función básica: distraer. Distraer de los problemas más graves que tiene el País, llevar el fastidio, la ira, y la depresión de los aficionados a las tribunas y no a las calles, porque el juego cumple con una catarsis maravillosa, según explican los psicólogos y los psiquiatras. Los dos, industria y gobierno, tienen intereses diferentes, pero al final comunes en este juego que tanto apasiona al mexicano.
¿En quien confiar? Supongo que en nuestros instintos y ellos indican que la situación por la que atravesamos sigue siendo compleja cuando se trata de asistir a un acto multitudinario, así exista un orden y un respeto por el protocolo -cosa que dudo mucho-.
Abrir los estadios en el futbol de México implica un riesgo. Tampoco soy de los que cree que debemos vivir "en una cueva" permanentemente y entiendo que en esta nueva normalidad que plantea nuestra vida, los riesgos son inherentes y habrá que entender y saber convivir con ellos. Si es demasiado temprano para adoptar esos riesgos, ya es otra historia.
Cuando se tiene temor, el ser humano busca en quién confiar. Lo hacemos nosotros cuando somos hijos, cuando somos padres, cuando somos pareja, cuando somos hermanos, cuando somos amigos. ¿En quién confiar aquí? ¿En las autoridades del futbol? ¿En las autoridades del País? Estamos "jodidos"...
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