Y aquí, pienso poner un puente, para unir las dos canteras".
Ocurrió, apenas hace algunos meses. Un eufórico Rodrigo Ares de Parga me mostraba la nueva construcción de La Cantera de Pumas. Y en efecto, para articular mejor el trabajo, hacía falta un puente entre las canchas del equipo principal y las de las Fuerzas Básicas.
Ares de Parga no tuvo tiempo de construir el puente, pero Jesús Ramírez sí. Puso un puente imaginario, cruzó la avenida Delfín Madrigal y trajo desde su oficina, del otro lado de las instalaciones, al entrenador de los Pumas, Andrés Lillini.
Muchos aficionados de Pumas se pellizcan el brazo. Quieren saber si lo que están viviendo con el equipo es una realidad o un sueño falso del que, en cualquier momento, se despiertan abruptamente y se caen de la cama.
Invictos, líderes generales cuando el torneo ha alcanzado la mitad de su trayecto y no sólo eso, un equipo de futbol que cada día se compenetra y juega mejor.
Los Pumas, sí, los mismos Pumas que vieron como su entrenador -el español Miguel González "Míchel"- se bajaba del barco a horas de comenzar la travesía del campeonato, se han recuperado contra todos los pronósticos y han crecido a partir de un plan de emergencia que significó el nombramiento del argentino Lillini como entrenador principal después de haber tenido la importante responsabilidad de las Fuerzas Básicas en el club.
Una brillante decisión del director deportivo Jesús Ramírez, con la anuencia del presidente Leopoldo Silva, le ha dado al equipo universitario un sitio para el que no estaba, de ninguna manera, considerado.
Lo de Lillini y Pumas comenzó de forma tambaleante. Tan es así, que "Chucho" Ramírez seguía buscando un entrenador en las primeras fechas del torneo. Hablaron con Hugo, sondearon a Vucetich y hasta escucharon, a distancia, el ofrecimiento que, públicamente, hacía La Volpe.
En Pumas, como en muchos clubes, no sobra el dinero, menos en esta época, la diferencia básica con el resto es que perteneciendo al llamado "grupo de los grandes", Pumas debe arreglárselas, como sea, para estar siempre al nivel del América, de Cruz Azul, de Chivas, de Tigres, de Rayados y del que sea. Se le exige de la misma forma.
Cruzar la Avenida Delfín Madrigal -la calle que divide las instalaciones de cantera que utiliza el equipo principal y el de las divisiones inferiores- sugería ser una aventura peligrosa. Sacar a Lillini de su trabajo, esencial en el presente y futuro del equipo, era un riesgo.
Podrías tapar un hueco y abrir otro, dimensiones y consecuencias graves, pero había otras ventajas en la decisión.
Nadie mejor que Lillini para conocer el valor de lo que Pumas tiene en sus Fuerzas Básicas y enfocarlo cuánto antes al proyecto actual.
Nadie creía en Pumas, ni sus más efusivos y siempre pasionales aficionados. Los primeros resultados llegaron producto de la contundencia de sus dos temibles delanteros -el paraguayo González y el argentino Dinenno- y, sin duda, resultado de otra muy acertada determinación: contratar a un portero de la experiencia y la seguridad de Alfredo Talavera.
Lillini sabe mejor que nadie que la combinación del talento producido en el Pedregal y la fortaleza de los jugadores extranjeros debe ser la fórmula para hacer funcionar a Pumas.
Y tras sus lesiones, regresó Freire, que ha apuntalado el sistema defensivo mientras el paraguayo-argentino Juan Iturbe -señalado como la manzana de la discordia entre "Míchel" y "Chucho" Ramírez- mostraba una ambición diferente en el campo de juego. Ello, más la "sangre de casa": Iniestra, Mozo, Quintana, Mendoza, Gutiérrez.
Hemos pasado ya por nueve fechas en el torneo mexicano y Pumas sigue sin caerse de la nube en la que se postró desde un inicio.
¿Qué pensará "Míchel" de estos Pumas? Y una pregunta que seguramente aparecerá muy pronto: ¿es este Pumas candidato a pelear por el título de la Liga MX? Por lo pronto, un puente imaginario, el cruce de una avenida en el Pedregal, la Delfín Madrigal, transformó el panorama de este club. Ahí estaba Lillini, justo lo que Pumas necesitaba.
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