En estos días, cuando escasea el contenido deportivo generado por la competencia, creo es importante regresar a las bases, retomar y perfeccionar aquellas cosas que por su simpleza y cotidianidad muchas veces pasan desapercibidas. En el futbol una de estas cosas cotidianas, que sucede diariamente es la sesión de entrenamiento, y me pregunto: ¿estamos sacando el mayor provecho de ese preciado tiempo? ¿Cómo Cuerpo Técnico, somos realmente eficientes durante la sesión?
Las metodologías del futbol actual, donde la ciencia tiene mayor cabida que hace unos años, nos indica que el entrenamiento debe de ser lo más parecido a la competencia. Apostar a la intensidad más que al volumen, simular el tipo de esfuerzos y tiempos de recuperación que se darán el fin de semana, entrenar al mismo tiempo, de forma contextualizada, los cuatro factores que se presentan en el partido de forma simultánea en todas las jugadas: lo físico, lo técnico, táctico y psicológico.
Si entendemos lo expuesto en el párrafo anterior resulta sencillo comprender la afirmaciones "como entrenas, juegas" y "juegas como entrenas". En el futbol profesional (totalmente aplicable a cualquier ámbito) no se puede desaprovechar ni un día, ni una hora, ni un ejercicio o la más mínima acción si lo que se pretende es llegar al 100 por ciento a la competencia. Bien dicen "seremos compensados en público por aquello que hacemos en privado".
Si sumamos todas las sesiones de una semana ideal (con un partido a la semana) y restamos el día de recuperación y el día previo a la competencia (sin dar un solo día libre) tenemos cuatro días de trabajo. Una sesión con la intensidad que se demanda en el futbol actual no debería de pasar los 90 minutos, tenemos 360 minutos entre partido y partido para perfeccionar nuestras fortalezas, trabajar nuestras debilidades, desarrollar recursos para protegernos de las amenazas rivales y aprovechar las oportunidades. Hay que sumarle que también debemos de levantar el ánimo y generar confianza en caso de haber ganado, o aumentar la tensión en caso que el grupo esté relajado.
¿La práctica hace al maestro? Mentira. La buena práctica hace al maestro. El jugador llega todas las mañanas con su tanque lleno de energía y con la esperanza y plena confianza en sus líderes para que, siguiendo sus indicaciones, puedan hoy ser cuando menos un poco mejores que ayer. Como entrenadores, el puesto nos otorga el poder de decidir y guiar, pero el respeto y la honorabilidad se ganan haciéndole aprovechar a los jugadores sus horas, parte de su vida, facilitándoles recursos y conocimientos a través de los cuales ellos puedan desarrollar todo su potencial.
¿Cuál es la metodología óptima, qué clase de liderazgo, qué estilo de enseñanza, cuál estrategia didáctica? Son respuestas que ustedes deben de buscar, lo único que yo les comparto y, sobre todo, les recuerdo y concientizo, es la enorme responsabilidad que tenemos y el gran poder del entrenamiento.
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