El gran Batocletti
Roberto Gómez Junco México, Monterrey (17 mayo 2020)
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  • El Club Tigres fue su segundo casa ya que ahí trabajó como jugador, técnico, entrenador de Fuerzas Básicas, director de Academias y técnico de la Femenil.
    FOTO: CANCHA / Staff

Hoy se cumple un año de la definitiva partida de Osvaldo Batocletti.

Figura histórica de los Tigres, equipo en el que brilló a plenitud desde 1977 hasta 1986, después de haber llegado al futbol mexicano en 1974 por la vía del León.

A aquel formidable León de mediados de los setenta Batocletti llegó junto con Walter Daniel Mantegazza, y tres años después ambos pasaron a fortalecer a unos Tigres reestructurados por completo bajo la dirección técnica de Carlos Miloc, y a la postre campeones, en 1978 y 1982.

Miloc fallecido en febrero de 2017, Mantegazza en junio de 2006, José Luis "Pillo" Herrera en septiembre de 2005; y recientemente, el 13 de abril de este 2020, se marchó Roberto Gadea.

Sólo por hablar de un director técnico y cuatro de los grandes jugadores ya idos, que en su momento se encargaron de forjar junto con otros al mejor equipo en la historia de los Tigres, hasta que en 2010 emergieron los actuales bajo el mando de Ricardo Ferretti.

De aquellos memorables Tigres de finales de los setenta y principios de los ochenta Osvaldo Batocletti fue uno de los jugadores primordiales, una de las piezas esenciales.

El gran capitán por antonomasia, en toda la extensión de la palabra y el término; por el liderazgo que ejercía, por lo que representaba y proyectaba dentro y fuera de la cancha.

Un defensa central de imponente presencia física e incomparable personalidad.

Un ser humano de integridad transparente y trato franco, derecho, sencillo, muy alejado del estereotipo del argentino agrandado y soberbio.

Un magnífico defensor, físicamente poderoso; fuerza y velocidad traducidas en una potencia inusitada en aquellos tiempos.

Pero también de elevada capacidad técnica, para conducir y pasar sin complicarse, para conectar los balones y dirigirlos a donde había que hacerlo, para reventarlos de aire cuando así conviniera, para darles a sus cabezazos la dirección adecuada cuando hacía valer su demoledora presencia en el juego aéreo.

Oportuno en las coberturas gracias a su inteligente lectura del juego, que además le permitía incursionar en el área contraria con mucho sentido y esporádicamente, cuatro o cinco veces por partido.

Un jugador muy completo en zona defensiva, que por sus cualidades fuera de la cancha fue capaz de ejercer su liderazgo mejor que nadie, porque era el más respetado de todos.

Cuando llegó a los Tigres ya era una figura, pero los novatos que tuvimos el privilegio de coincidir con él no sentimos nunca esa diferencia en el trato.

Inolvidable su poderosa pero sencilla presencia; y también, por supuesto, aquel peculiar cuidado para mantenerse siempre con la banda bien puesta, para rehusarse a jugar exhibiendo la brillantez de su cuero cabelludo, algo que sólo se animó a hacer en sus últimas campañas; quizá porque no sabía a ciencia cierta que el enorme respeto que inspiraba nada tenía que ver con sus circunstancias capilares.

Argentino de nacimiento y regiomontano por adopción. El gran Bato, un personaje de primera línea, un futbolista de altos vuelos al que los aficionados seguirán teniendo en mente por muchos años. Un entrañable capitán y amigo, con el que sabías que contabas aunque pasaras mucho tiempo sin verlo.

Ahora, sólo queda acostumbrarse y recordarlo con el cariño y la admiración que su ejemplar legado amerita.

Hora de publicación: 05:00
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