Vive y juega como si flotara.
Raúl Alonso Jiménez goza uno de esos momentos privilegiados de la existencia en los que pese a las circunstancias externas, como las que nos opone la pandemia, todo le rueda bien.
Antes de leer CANCHA el fin de semana, en casa no preguntan si marcó gol o no. La duda es cuántos anotó y si el del triunfo fue de él.
Más de 40 goles en dos años con el Wolverhampton marcan una tendencia y no una racha. Señalan un estatus, una estatura que ya logró, más allá de que pueda presentársele una adversidad, como a cualquiera, en el momento menos pensado.
Ayer, en efecto, volvió a hacer gol. También el del triunfo.
Alguna vez comentó el gran José Antonio Roca que era inútil llevar la estadística sobre qué jugadores hacen en un equipo el tanto de la diferencia. Señalaba que eso era circunstancial y que a fin de cuentas todo logro dependía del funcionamiento del once completo.
Y los Wolves hacen justamente eso: triunfan colectivamente con una frecuencia desconocida hace años en un club que se reconstruyó a partir del ascenso hace dos temporadas, y que lucha palmo a palmo para terminar entre los primeros cuatro lugares de la Tabla a siete jornadas del final.
Si en el curso anterior sorprendieron alcanzando un lugar en la Europa League, ahora buscan meterse a la Champions con todo el derecho que los méritos en campo les otorgan.
Con dos días de descanso para su siguiente partido, el calendario les ofrece una buena oportunidad de ratificar su poder: de los siete juegos que les faltan, seis de ellos son frente a adversarios que les miran desde abajo en la Tabla de posiciones.
Solo en la última jornada, contra Chelsea, se medirán a un club que hoy en día los rebasa.
En el caso concreto de Raúl, su forma física, futbolística y mental han sido premiadas con un socio implacable que lo conoce de memoria: Adama Traoré, un espectáculo por si mismo.
En algún momento, Gerardo Martino le dio un voto inmenso de confianza a Raúl en la Selección Nacional: lo invistió como titular por encima de "Chícharo" Hernández.
Y Nuno Espíritu Santo, su técnico en los Wolves, lo mantuvo con resultados casi inmediatos en la delantera. A veces botándose, a veces en el eje del ataque. La respuesta de Jiménez es contundente.
Da gusto ver a un futbolista mexicano en absoluta plenitud y en el mejor de sus momentos. A veces no coinciden una cosa con la otra.
En la Liga más difícil del mundo, tiene un lugar que le acerca a la élite y le invitará pronto a ser parte de ella.
Sabrá Raúl en su momento si dar el paso hacia otro lugar donde tendrá que adaptarse y ganar otra vez un puesto, o si se mantiene donde es amado, respetado y goleador.
Bendito dilema el que se le presentará en la siguiente ventana de fichajes.
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