He de confesar que la caída de ciertas instituciones siempre ma he generado inquietud.
Cuando vi a través de la televisión caer las estatuas de Stalin, sentí un escalofrío: lo que valía, ya no vale mas.
Algo parecido ocurrió cuando cayó el muro de Berlín con los campases de Pink Floyd: el mundo estaba cambiando y la liberación de tantas cosas nos permitía respirar a todos.
La Humanidad se viste por épocas en todos sus ámbitos. El futbol es una forma de medirlos.
El imperio del Barcelona, tan claro, tan autoritario, tan dictatorial, ha reventado con ocho goles en contra frente un rival emergente como el Bayern Munich.
De los alemanes se esperaba un actuación digna. Incluso, claro, que pudieran ganar. Pero no que fueran capaces de extinguir el mito del Barcelona al que se le concede el beneficio de la duda: si pierden, será por casualidad.
No fue el caso porque la superioridad de los alemanes fue tan inmensa como el marcador de 8-2.
Cabezas bajas. Guardias rendidas.
El imperio de Messi, Suárez, Piqué y compañía, ha quedado inerme ante el paso del tiempo, del desgaste, de los títulos acumulados que como dicta la historia, han de tener un fin.
He de decir que supe de resultado antes de ver el partido porque lo había dejado grabando.
El resultado me ahuyentó de la repetición. Mejor no verla.
Hubiera sido lo mismo que ver a Mohamed Alí sangrante y herido frente a cualquier adversario. O a Michel Jordan doblegado ante Utah Jazz o Boston Celtics sin ofrecer la menor respuesta.
Son imágenes que nunca se quisieran atestiguar.
Esa visión imposible e incierta correspondió al Barcelona en la Champions: se terminó una época maravillosa que pasa facturas para saber quien las paga para seguir adelante.
Mas allá del resultado, la grosera diferencia en el marcador pone en entredicho la vigencia de una filosofía, un plantel y la manera de gestionarlo.
En las diferentes épocas del futbol, hay quienes mandan y quienes obedecen.
El Barcelona, referencia mundial, ha anunciado que no hay que hacerle más caso y que hay que voltear hacia otros lugares: el método ha caducado.
No sabemos si los alemanes y los franceses serán la nueva referencia porque una golondrina no hace verano.
Pero el hecho es que las Ligas mas importantes del mundo se han quedado sin embajadores y eso parecería ser indicador de algo: el mundo futbolero amenaza cambiar.
El rey ha muerto y el planeta futbol no sabe quién será el sucesor.
El tiempo dirá si hay algún relevo a lo que el Barcelona y el Manchester City han abierto la puerta.
¿Leipzig con su juvenil propuesta?
¿PSG con su millonaria inversión o Bayern con su potencia indiscutible?
¿Lyon con su política institucional?
El futbol busca con cierta desesperacion a su nuevo rey.
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