Han pasado nueve semanas desde que se disputó el último encuentro. Sesenta y cinco días sin futbol mexicano. Y por primera vez desde que dejó de rodar la pelota, se ha puesto sobre la mesa la cancelación del torneo como un escenario más.
¿Por qué sorprende esto? Porque siempre fue considerado como un planteamiento lejano, el más alejado de la realidad, el más inviable; vaya, era el que no pasaba por la cabeza de nadie.
Pero como a estas alturas todo es especulación y todo intento de planeación se basa en fechas tentativas y no en una fecha específica de reactivación, la situación se torna mucho más compleja por cada día qué pasa. La desesperación es una férrea y constante lucha en los escritorios de los dirigentes.
Hemos hablado aquí sobre los nebulosos panoramas que se vislumbran en la parte económica mientras el gran circo no vuelva a levantar la carpa. Lamentablemente, no es el único aspecto que preocupa. Hay otro que también altera todos los intentos por restablecer la competencia: el deportivo.
Si tomamos en cuenta justo esa parte, no suena tan incongruente hablar de una cancelación. Si el reinicio del torneo que quedó varado desde hace más de dos meses se podría dar a finales de julio o principios de agosto, pues mejor que sea con el arranque del próximo torneo.
Se evitaría una sobre saturación en los calendarios del Clausura y Apertura. No estaría tan comprimido todo y podría ser que algunas fechas puedan abrirse para juegos de Selección Mexicana. (No perdamos de vista que es uno de los principales sustentos).
Y hay otro tema, jugar partidos con fechas dobles en cada semana más la Liguilla y una semana después de conocer al nuevo campeón, comenzar el siguiente torneo, dejaría en una línea muy delgada a uno de los principales activos de esta industria: los jugadores.
Forzar la maquinaria podría llevar a otro tipo de afectaciones. En la Bundesliga, nueve futbolistas resultaron lesionados en su reinicio.
En medio de tanta especulación y de escasa certeza, lo que parecía imposible hace dos meses hoy ya entra en los desafiantes terrenos de la probabilidad. En lo económico sería un golpe durísimo para los clubes, para los patrocinadores y para todo aquello que tenga que ver con los derechos de transmisión.
Sería necesaria una reingeniería, otro formato que permita a todas las partes llegar a nuevos acuerdos, a nuevas formas de "cobrar y pagar", todo con el único fin de intentar salir lo menos erosionado o derrumbado posible en dos de los aspectos más importantes de esta industria: lo deportivo y lo económico. Se requeriría de mucha voluntad.
Hay cinco escenarios bajo análisis. Quizá el más equilibrado y el que ponga en menor peligro dichos cimientos, tendrá que ser el elegido.
Mientras las autoridades no den luz verde, se podrá planear mucho pero ejecutar muy poco.
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