Conocí mi primer casino a los 16 años, era uno viejo con atmósfera gangsteril, olor a muerte y dos gigantones en la puerta que muy apenas revisaban nuestras licencias de conducir falsas. El lugar era de dos pisos: el primero era un paraíso de maquinitas, y el segundo un sports book, donde habitaban los típicos ludópatas que se creían los dueños del lugar.
Jaime, el señor de bigote, era el líder de la manada: un señor retirado con más dinero que el resto, y eso era precisamente lo que lo colocaba en posición de liderazgo. El asunto con Jaime era claro: si traías buenos picks podías convivir en su mesa, donde las botanas y bebidas eran ilimitadas gracias al trato preferencial de las meseras.
Para la última jornada del torneo Clausura 2006, San Luis, Dorados y Veracruz peleaban por la permanencia en el Máximo Circuito, y a este joven se le ocurrió presumir su triley del descenso, o sea, un parley de los tres equipos involucrados en la quema porcentual.
Veracruz se salvó con un fraternal empate ante Morelia (ahora Mazatlán), San Luis consiguió el triunfo y la salvación agónicamente con gol del "Colorado" Guerrero, y los Dorados descendieron con un aburrido empate.
Atiné los tres resultados del descenso y me convertí en la nueva sensación del casino; algo positivo de entrada, aunque los expertos dicen que ganar en las primeras apuestas es un gancho que nunca te logras quitar.
Desde ese 2006 era predecible que el rol que las apuestas tomarían en la industria del deporte profesional. En ese entonces aún se les veía como un enemigo a pesar de que la industria de las tenía décadas operando ilegalmente en el País, y en Estados Unidos estaba cerca de normalizarse.
Con el tiempo las cosas cambiaron, y afortunadamente las apuestas se convirtieron en uno de los principales aliados de la industria deportiva: patrocinador directo de los equipos en camiseta y publicidad estática de los estadios, cliente principal para las televisoras que transmiten los partidos, y un acarreador natural de espectadores.
Después de jugar 15 años controladamente, confieso que no concibo al deporte profesional sin apuestas, la verdad es que en la mayoría de las disciplinas ya no me basta la simple pelea entre diferentes colores, ni la calidad de los individuos para emocionarme. Necesito perder o ganar algo mío, y al parecer, es algo que cada día le sucede a más.
Así como la evolución humana ha hecho que cada día le atribuyamos menos poder a nuestros dioses, por qué no pensar al sports fan del futuro no le bastarán jugadores, equipos y torneos para emocionarse, y necesitará jugarse algo literalmente suyo.
En un futuro hay quien piensa que sólo las apuestas y la "muerte" salvarán al espectáculo deportivo.
Twitter: @AldoFariasGzz |