Tal parece que desacreditar se ha vuelto disciplina casi olímpica dentro de las redes sociales y los distintos medios de comunicación. Se desacredita al que no muestra ningún argumento, pero también a quien los domina todos. Se desacredita al de menor rendimiento, pero también al que domina en su área. Se desacredita a futbolistas que se sienten intimidados ante un micrófono y se limitan a caer en "lugares comunes" con sus declaraciones, pero increíblemente se desacredita, de igual manera, a jugadores que tienen ideas claras, firmes, decididas y creen en ellos mismos... Se desacredita a un candidato a la presidencia, como también se desacredita al otro sin el menor cuidado y con declaraciones graves, en efecto, sólo por ser rival.
Desde siempre me llama la atención que en Estados Unidos sea permitido desacreditar a la competencia en un comercial de televisión a través de la publicidad comparativa, que en realidad degenera en publicidad desleal.
Cada vez que llegan las campañas políticas en este país, los medios de comunicación y ahora las redes sociales, inundan los espacios con una tendencia clara en la inmensa mayoría de los candidatos: restar en el otro antes que sumar en el propio. Se trata de generar argumentos para que no se vote por el rival, no de convencer al electorado para que sí se vote por ellos, aunque esa técnica implique demagogia.
Desacreditar se ha vuelto tan común que ya no sorprenden la cantidad de ataques que ha recibido la supuesta mayor eminencia del país en epidemiología: el Doctor Fauci. Al Director del Instituto Nacional para las Enfermedades Alérgicas e Infecciosas, durante la pandemia, una y otra vez le han acusado, principalmente desde un bando, de incapacidad, mentir y cometer errores.
No solamente resulta más escandaloso y atractivo para el auditorio desacreditar, sino también más fácil. Es innegable que existe una corriente dentro de los diferentes medios de comunicación, basada en el poco crédito hacia los futbolistas y técnicos, incluso hacia colegas y gente que no coincide con su forma de pensar. Minimizar los esfuerzos, los logros o las crisis que a menudo se atraviesan dentro del deporte es muy común desde afuera, donde no hay presión y se juzga a través de las repeticiones con cámara lenta.
Desacreditar en la publicidad comparativa es una tradición en los EU. Es legal y es lícita, pero a partir de esa libertad es común dejar de mirar lo que uno tiene y puede mejorar, para gastar tiempo y energía en debilitar a la competencia. No me gusta y no me acostumbro a lo que sin duda es una guerra sucia.
Sin duda, desacreditar en el deporte es más fácil cuando se desconocen las sensaciones, las reflexiones, los temores, las luchas internas, los antecedentes y las razones.
Influenciados por las redes sociales y su anonimato, desacreditar se ha vuelto tan cotidiano como chatear, sin importar lo que se afecte al implicado. Quizá por un momento, sólo por un momento valdría la pena ponerse en el lugar de quien se desacredita, porque muy pronto podemos ser nosotros mismos.
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