El Monterrey cumplió con creces en los cataríes lares.
Ante la poderosa escuadra de Liverpool, los Rayados de Mohamed dejaron plena constancia de sus enormes alcances como equipo, jugaron como ningún otro representante de nuestro balompié lo había hecho en algún Mundial de Clubes, y terminaron paradójicamente derrotados y enaltecidos.
Porque más allá del simple resultado, de ese 1-2 que perfectamente pudo haber sido 2-1, el Monterrey asumió una postura que en anteriores ediciones de ese torneo ningún equipo mexicano se había atrevido a asumir ante la potencia europea del respectivo momento, y fue capaz de jugarle al conjunto inglés sin complejo alguno, de principio a fin y en toda la cancha, con pasmosa soltura y total desparpajo, con máxima concentración e inusitada personalidad.
Ante la demoledora maquinaria inglesa, la dignidad rayada para oponer gallarda resistencia, para inhibir primero el juego del rival y después jugar echando mano de los propios argumentos y esgrimiendo las adecuadas herramientas defensivas y ofensivas.
Para competirle cabalmente a un adversario de tal envergadura, era necesario que el desempeño individual y el funcionamiento colectivo del Monterrey rayaran en la perfección... y así rayaron.
De los 14 jugadores que entraron en acción, 10 u 11 se mostraron en su mejor versión, y esas valiosas aportaciones de cada uno fueron debidamente encauzadas por un planteamiento inteligente, meticuloso, acorde con las circunstancias, con la necesaria flexibilidad para irse adaptando a ellas en cada momento del partido.
Ahora, lo de menos será si el Monterrey (ya sin varios de sus jugadores titulares) obtiene o no el tercer lugar en ese torneo; porque más allá de los resultados y las posiciones está el futbol que se despliega y se enarbola, y el desplegado y enarbolado ante el Liverpool sirvió para poner muy en alto el prestigio del conjunto regiomontano en particular y en cierta medida del futbol mexicano en general.
Si Jürgen Klopp -excepcional director técnico, uno de los mejores en el mundo entero- no sabía quién era el Monterrey y en qué parte del mapa está ubicada la liga en que juega, bastante de esas materias ignoradas aprendió gracias a la convincente demostración futbolística ofrecida por los Rayados.
Tan convincente y tan completa, que seguramente Miguel Herrera y sus pupilos en algo modificarán su plan de trabajo o de entrenamientos y preparación de cara a la Final cuyo "primer tiempo" jugarán el próximo jueves en cancha regia; algo ensayarán y en alguna otra postura pensarán para protegerse de una posible actuación del Monterrey similar a la de hace tres días.
Queda por verse si -como es de suponerse- con la especial motivación que implica jugar una Final, también el nivel de juego del América se eleva sustancialmente, y cómo se comportan en esa última instancia los Rayados después de esa derrota que los dejó fortalecidos.
Y ustedes, estimados lectores... ¿por cuál apostarían o piensan apostar?
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