Por una apuesta -y por orgullo- empecé a correr.
¿Entrenar para una carrera de 5 kilómetros?, es muchísimo, pero por lo menos lo intentaré. Mi primera carrera, al kilómetro 4 me sentía como nueva, entonces decidí seguir a los corredores de 10 km., terminé, fui de las últimas pero me sentí muy feliz y satisfecha. Así, sin más y por el puro sentimiento inigualable que me daba llegar a la meta, seguí entrenando y corriendo carreras de 10, 15 y hasta 21 kilómetros.
Ya para entonces, por mi emoción de sentir estas nuevas sensaciones y este aire fresco en la cara quise involucrar a algunas amigas para que corrieran y sintieran lo mismo que yo. Como entrenadora sin experiencia no estuve tan mal, no puedo negar que fui muy insistente, pero sabía que ellas también me acabarían motivando en esos días cansados que todos tenemos.
"¿Porqué no corremos un maratón?", algún día alguien tenía que soltar esta pregunta que no se pregunta.
Las únicas inscripciones que encontramos en ese momento cumbre de emoción fue en Atenas, sí, en Atenas Grecia.
Llegó el día, calor infernal, 21 kilómetros de subidas, teníamos que parar al baño y hacer fila, calambres en las piernas y todos los demás corredores espartanos nos rebasaban como coches de carreras. Después de un poco mas de 5 horas, mis dos amigas y yo cruzamos la meta (obviamente llorando de la emoción) al estadio más icónico del mundo, libres al fin de todos los obstáculos físicos y mentales. Correr, te hace libre.
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