Vamos a variarle un poco mientras nos quedamos en casa quienes podamos hacerlo.
Sin que me los hayan pedido, nada más porque sí, vayan algunos comentarios y uno que otro consejo para aquellos directores técnicos que lo son sin merecerlo.
Otros solicitan, ruegan, porfían y no alcanzan lo que pretenden; y llegan algunos y sin saber cómo ni cómo no, de repente se hallan con el cargo y oficio que muchos otros pretendieron y por el que tanto lucharon.
Aquí encaja muy bien el decir aquello de que hay buena y mala fortuna en las pretensiones. Porque muchos que sin duda alguna son simples improvisados, sin madrugar ni trasnochar y sin hacer diligencia alguna, con sólo el aliento que les ha tocado del maravilloso mundo del futbol, sin más ni más se ven como directores técnicos de un equipo de Primera División, como quien no dice nada.
Que por favor no cometan ellos el error de atribuir a sus merecimientos la merced recibida; mejor sería que le dieran gracias al cielo, que así de suavemente dispone las cosas.
Ya que llegaron sin merecerlo cabalmente, acepten algunos consejos que podrían llevarlos a seguro puerto en ese proceloso mar de la dirección técnica en que se han engolfado; porque los oficios y los grandes cargos, como ése, no son otra cosa sino un golfo profundo de confusiones.
Nunca dejen de poner los ojos en lo que son, procurando conocerse a sí mismos, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse; porque si llegan a conocerse a sí mismos evitarán hincharse como la rana que quiso igualarse con el buey.
Aquellos que no sean de cuna muy noble que digamos, deben acompañar la gravedad de ese privilegiado cargo que ejercen, con una blanda suavidad que los libre entre sus jugadores de la murmuración maliciosa, de la que no hay quien se escape.
Si es necesario hagan gala de la humildad de su linaje, y no se avergüencen de sus orígenes; porque viendo que no se avergüenzan, ninguno se atreverá a avergonzarlos.
Aprecien más el ser humildes virtuosos que pecadores soberbios. Innumerables son aquellos que nacidos de baja estirpe han subido a la suma dignidad del éxito rotundo en el futbol.
Tomen a la virtud como guía y empéñense en hacer cosas virtuosas, porque la sangre se hereda pero la virtud se conquista, y vale por sí sola lo que la sangre no vale.
A sus jugadores enséñenlos, adoctrínenlos, desbástenlos de su natural rudeza.
Si deciden castigarlos con los hechos, enviándolos a la banca, no los traten mal con las palabras, porque les basta la pena del castigo sin que se les añadan malas razones.
Nunca olviden que no es mejor líder el riguroso que el compasivo, y que entre los distintos atributos de los que se pueda presumir, suele resplandecer más el de la misericordia que el de la justicia.
Vayan paso a paso, caminen despacio, hablen con reposo y pulcritud, pero no de manera que parezca que se escuchan a sí mismos, porque toda afectación es mala.
Si tú, estimada lectora o atento lector, detectaste en esta peculiar y enclaustrada columna el quijotesco plagio, te felicito.
Si no, no.
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