Lo primero que le preguntaron a Mike Brito en aquel verano del año 2012 fue si se trataba del siguiente Fernando Valenzuela.
"Eso es muy difícil de saber", respondió a los periodistas el jocoso buscador cubano, llevándose su tradicional habano a la boca. "Lo único que puedo decirles es que este chico va a ser una estrella".
Julio César Urías Acosta nació el 12 de agosto de 1996 en Culiacán, Sinaloa. Desde un inicio, nada ha sido sencillo para él, empezando por la comparación inmediata con quien ha sido el mejor pitcher en la historia del beisbol mexicano y continuando con una serie de lesiones que no le han permitido la continuidad en los comienzos de su carrera. Los mayores problemas ocurrieron no a partir de su poderoso brazo zurdo, sino en su ojo izquierdo, en el que se tuvieron que realizar 3 intervenciones quirúrgicas para remover una masa benigna.
Eso, y quizá una noche -fueron horas en las que pagó una fianza de 20 mil dólares- en la comisaría de Los Ángeles acusado de violencia doméstica luego de un altercado donde habría empujado a su novia, han sido parte de un complejo comienzo como ligamayorista.
Pero el principal reto de Urías sigue siendo el mismo desde que tenía 12, 13, 14 años de edad y lanzaba en las Ligas infantiles: Fernando Valenzuela.
"Ese muchacho no puede lanzar con semejante carga", me confía Brito. "Siempre he dicho que Valenzuela hubo uno y que no habrá otro como él, pero la gente insiste en compararlos. Y no es que Julio no esté listo para ello, pero no, no es justo".
Fue y regresó del bullpen el año pasado hasta que en esta temporada recortada por la pandemia, tras ganar un arbitraje que le dio la ocasión de ganar un millón de dólares en su última temporada de contrato con la novena azul, el manager Dave Roberts le dio la pelota como abridor. Urías respondió con marca de 3-0 y 3.27 de efectividad en 11 juegos, pero ha sido en los playoffs donde ha mostrado todo el potencial que los expertos veían en él.
Se convirtió en el primer mexicano en ganar 6 juegos de postemporada, el primero que obtiene 4 victorias en una sola postemporada y también el primer mexicano en ganar un juego 7 de playoffs, como ocurrió el domingo ante los Bravos de Atlanta en la serie por el campeonato de la Liga Nacional. Cuando los Dodgers buscaban a su superestrella Clayton Kershaw, se encontraron con Urías que ha resuelto los problemas desde la lomita.
Lo más impresionante de Urías hoy no es una recta que puede rebasar las 95 millas por hora o quizá esa curva que es capaz de moverse horizontalmente y que tanto desconcierto generara en los bateadores. Lo mejor que ha mostrado es el temple, el carácter para colocarse sobre el montículo -convertido en un volcán en erupción- y desde ahí lanzar strikes, dominar a los contrarios y mantener la ilusión de que el agónico ayuno de más de 2 décadas de una de las grandes franquicias del beisbol está por terminar. Increíble, pero esa era la misma condición que los aficionados amaban de Valenzuela: su personalidad en las situaciones más apremiantes del juego.
Y Julio César Urías no es Fernando Valenzuela. Jamás lo será, pero mientras lance con su espíritu y en algún momento volteé hacia el cielo como lo hacia el "Toro de Etchohuaquila", la esperanza se mantendrá...
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