Parece ser el mundo del futbol el más propicio para confundir los distintos roles.
Si alguien llega a jugar como futbolista profesional de Primera División a un destacado nivel, la mayoría da por hecho que también será un buen director técnico o un buen dirigente.
En el "peor" de los casos, cuando los ex grandes jugadores no encuentran el adecuado lugar en la banca o en la oficina de algún equipo, sobrarán las "plumas" y los micrófonos disponibles para que en ellos viertan los "conocimientos" adquiridos y le den rienda suelta a sus "sesudas" reflexiones sobre la futbolera materia.
Valga el largo preámbulo para entrarle a desmenuzar (o no tanto) la más reciente noticia con respecto a Rafael Márquez Álvarez, histórico futbolista mexicano que ahora incursionará como entrenador, para lo cual cumplirá con la Real Sociedad Deportiva Alcalá (en la categoría Cadetes 15-16 años, en la Tercera División de España) con su primera tarea.
Un puesto evidentemente menor como director técnico, pero que al parecer le servirá entre otras cosas para ir cumpliendo con los requisitos necesarios para alcanzar la acreditación como entrenador "UEFA PRO", o algo así. Y le servirá, por supuesto, para iniciar el indispensable aprendizaje en el desempeño de un rol muy distinto al que con elevadas dosis de eficiencia supo desempeñar como jugador; en la cancha, y no en la banca o la oficina, ni con micrófono de por medio.
En su momento, cuando aceptó o consiguió ocupar un puesto en la directiva del Atlas (por el que durante un año o quién sabe cuánto tiempo pasó sin pena ni gloria, por completo inadvertido), el astro michoacano-tapatío manifestó que prefería "correr el riesgo" acometiendo esa encomienda, en lugar de "irse a la cómoda" para fungir o fingir como analista o comentarista en cualquier medio de comunicación.
La confusión de roles en su máxima expresión, porque en realidad a Rafael Márquez ya no le alcanzarían los años ni la vida para prepararse y elevar su nivel lo suficiente como para aspirar a convertirse en un analista-comentarista apenas aceptable, decoroso, ya no digamos para alcanzar en esa labor el estatus de figura sobresaliente que sí supo construir y forjarse como magnífico futbolista.
Una es la inteligencia para jugar, y otra muy distinta la que se requiere para dirigir; o la capacidad necesaria para transmitir como analista o comentarista -en palabras, frases y conceptos comprensibles y sustanciales- lo que se haya aprendido sobre el futbol y sus encantos.
El éxito de Márquez en la carrera que ahora emprende y tratará de consolidar, dependerá de los recursos y las herramientas que tenga y logre utilizar para recorrerla (no de los y las que tuvo para jugar), de que descubra si es ésa su verdadera vocación y sepa asumirla y desarrollarla con solvencia.
Al fin y al cabo en ese caso se trata de hacer, lo mejor posible, lo que más quieras y de lo que más sepas. Y como ex futbolista, demostrar que tienes con qué para triunfar como triunfaste en la cancha.
Cuestión de capacidades y vocaciones, y de encontrar - cuando lo haya- el rol que más te gusta y en el que mejor te desempeñas. ¿O no?
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