El lamentable caso de José Antonio García ha servido para desnudar algunas imperdonables carencias en el futbol mexicano.
Después de jugar con los Pumas durante más de 15 años (desde sus 11 en las Fuerzas Básicas y del 2011 al 2018 en Primera División), una lesión truncó sus sueños de futbolista, se fue agravando después de algunas operaciones y varias recaídas, y lo tiene en la actualidad en silla de ruedas, tratando de rehabilitarse para volver a caminar, y a la espera de una prótesis de cadera que solamente funcionaría como remedio durante algún tiempo.
Por discrepancias entre el jugador y el club en cuanto a qué procedimiento seguir o con qué doctores y terapeutas ser atendido, y por el vencimiento del contrato, el largo tratamiento y la costosa rehabilitación muy pronto dejaron de ser cubiertos por el seguro y por los Pumas, a tal grado que José Antonio decidió interponer una demanda en el TAS (Tribunal Arbitral du Sport, en castellano Tribunal de Arbitraje Deportivo), demanda en curso de la que pronto podría salir el dictamen final, el veredicto que debería ser aceptado por ambas partes.
Pero más allá de lo que ese veredicto determine o hacia dónde conduzca, varias aristas inquietantes deja exhibidas este triste caso: - La comodina postura asumida por los dirigentes de los Pumas, al abordar el problema de su jugador desde lo contractual y lo legal, en lugar de hacerlo desde lo moralmente correcto.
- La falta de los seguros de gastos médicos necesarios y suficientes para proteger a los futbolistas más allá de la vigencia del contrato con su club.
- Un jugador que sufre ese daño en el futbol mexicano, increíblemente se ve obligado u orillado a recurrir a otras instancias y a buscar asesoría legal con abogados extranjeros (colombianos en este caso) especialistas en la materia.
- En términos generales, el imperdonable estado de indefensión que padecen los futbolistas mexicanos ante situaciones tan delicadas como ésa.
Una pobre imagen es la que proyectan los Pumas al desperdiciar esta oportunidad de defender en la práctica algunos valores que en la teoría pregonan, algo que conseguirían simplemente haciendo suyo el problema del jugador, asumiendo por completo los costos.
Y además está atravesada en este asunto, por supuesto, la tradicional ausencia de solidaridad entre los jugadores de nuestro futbol; porque con un mínimo de ella no sucederían cosas como ésta, o en caso de suceder provocarían en el gremio (incapaz de funcionar como tal) la reacción de apoyo que para nada se ha producido con respecto a la precaria situación de José Antonio García.
Con futbolistas verdaderamente unidos, por ejemplo, ya hubiera surgido la idea de cooperar, cada quien con lo que pudiera y quisiera, para aligerarle la carga a José Antonio.
Nada más para empezar, entre los 100 ó 150 jugadores mejor pagados en el futbol mexicano (con una mínima dosis de generosidad) se recabaría con creces el millón o millón y medio de pesos que a José Antonio García le ha costado su tratamiento desde que su club lo dejó a la deriva.
¿Alguien que se apunte?
Twitter: @rgomezjunco |