Es indudable que en el futbol mexicano (y en el de todo el mundo) cada director técnico cuenta con su propio margen de maniobra.
Muy particular, distinto en cada caso, porque también lo es el aval con el que cada técnico cuenta.
Dicho margen de maniobra y el aval de cada cual los van determinando no sólo la capacidad del entrenador y el potencial del plantel al que dirigen, sino también otros factores.
Antonio Mohamed, por ejemplo, junto con su equipo, el Monterrey, ha tenido el peor arranque entre los 18 competidores y, sin embargo, sería ridículo que alguien estuviera siquiera pensando en la posibilidad de prescindir de sus servicios.
Al revisar a varios de los equipos que en este momento están del décimo lugar hacia abajo, podemos entender cómo cada técnico disfruta o no de esa especie de aval y en qué medida.
Con no tan malos arranques como el del famoso "Turco" y su escuadra campeona, hay seis o siete directores técnicos que para nada pueden sentirse tan seguros en el puesto que como entrenadores ocupan en los respectivos equipos.
Uno de ellos es Guillermo Almada, quien con el Santos Laguna, después de un magnífico torneo, ha estado en lo que va del actual muy lejos de lograr que su equipo despliegue un futbol apenas aceptable.
O Juan Reynoso, que sigue sin darle al modesto conjunto del Puebla la debida estabilidad en su desempeño en aras de atenuar las evidentes limitaciones del plantel.
O Gustavo Quinteros, recién llegado a los Xolos y con el enorme compromiso de conseguir que, sobre todo, como visitante este equipo sea capaz de competir como no ha sabido hacerlo en los tiempos recientes.
O Rafael Puente del Río, flamante director técnico de un Atlas en el que históricamente el nivel de exigencia ha sido muy pobre (por no decir inexistente), pero que con la actual dirigencia pretende marcar otro rumbo... aunque en el corto plazo no se vea cómo ni con qué.
O, incluso, Paulo Pezzolano, con muy poco tiempo en el Pachuca, quien no puede sentirse muy seguro que digamos, porque su equipo no ha logrado una buena cosecha de puntos a pesar de haber jugado claramente por encima de lo que esos puntos indican.
Y, por supuesto, Luis Fernando Tena, quien al frente de las Chivas, desde la primera hasta la quinta jornada, ha dibujado una tendencia francamente descendente en el funcionamiento del equipo, algo muy distinto a lo exhibido en la parte final del anterior torneo.
Para evaluar el trabajo de un director técnico lo primero es distinguir el nivel de calidad del material futbolístico con el que cuenta.
Cómo juega el equipo y qué tanto puede esperarse que mejore sin realizar movimiento importante alguno.
Pero también aquilatar la trayectoria del técnico, hasta dónde y cuántas veces ha demostrado su capacidad como tal, en distintos momentos, con diferentes equipos, y cuánto y cuándo ganó y qué tanto ha ganado con el que ahora dirige.
Por eso Antonio Mohamed puede estar tranquilo en ese sentido... y no tanto algunos otros.
¿Quién lo estará menos?
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