Tienes que convertir tu dolor en tu misión de vida, dice el psicoterapista estadounidense Sean Rover.
Hace cuatro años, en una entrevista dentro del Club América, Nacho Ambríz me confesó: "Tuve muchos errores, empecé a beber de más, caí en las drogas, confundí la diversión con el libertinaje. Si ganaba o perdía me echaba unas de más. Toqué fondo y le agradezco a Dios. Me he vuelto cristiano y me ha permitido crecer en espíritu... ¿Qué cambiaría de mi vida? Nada".
"Me mandaste un 'zafarinfas'", le dijo Don Chucho del Muro a Nacho Ambríz tras mi regreso de la primera concentración con la Selección Sub 17, en 1986. Nacho y yo compartíamos plantel en el equipo Toros de Texcoco de la Segunda División; le llamó al veterano director técnico para una prueba y me aceptó. Texcoco era mi primera experiencia en el futbol profesional y muy pronto me identifiqué con quien era ya uno de los "veteranos" de ese equipo dirigido por Benjamín Fal.
Don Enrique Fernández, dueño del equipo, contrató a una buena cantidad de "cartuchos quemados" para conformar su plantel. Futbolistas que habían probado la Primera División y, por indisciplina o falta de nivel, habían quedado sin equipo.
Nacho había ya jugado el Mundial Juvenil de Unión Soviética un año antes y había podido alinear de manera regular en Necaxa durante alguna temporada. Me abrió la puerta de la relación desde el principio y la confianza para platicar de todo un poco.
Mi primer viaje como portero suplente fue a Ciudad Victoria, un largo trayecto en autobús durante la noche. Ocupé un asiento junto a Toño Velázquez (QEPD), quien me invitó a sentarme. Para ingresar a la parte trasera se necesitaba prácticamente una visa: un grupo de cinco o seis "pesos pesados" bebían y escuchaban música en una grabadora de pilas. A medida que se emborrachaban subían el tono, las risas y el coro para cantar.
En algún momento, Nacho Ambríz, líder de aquel grupo de la parte trasera, me gritó: "¡¡¡'Zafarinfas', ven pa'cá!!!". Obedientemente crucé la frontera y Nacho, de manera muy cariñosa, me pidió que contara ciertas anécdotas que él ya conocía, pero me advertía que yo no debía beber.
Durante esa temporada, la escena en los viajes se repetía. Aun así, el equipo clasificó. Ninguno volvió a sobresalir en el futbol, sólo Nacho, quien se fue a León y poco después a Necaxa para 1990.
Ambriz estuvo en los Rayos hasta 1996. Fue capitán de ese Necaxa bicampeón 94-95 y 95-96, representó a México en casi 70 partidos con Selección Mayor, entre 1992 y 1995. Lo hizo en Copa Oro, Copa América -dos veces- y la Copa del Mundo Estados Unidos 1994. Nada mal para quien tocó fondo durante sus primeros años de futbolista.
Tras 18 años como auxiliar y director técnico, hoy por fin es campeón de Liga con León y en sus dedicatorias no se olvida de aquellos amigos con los que bebió y tocó fondo, pero siempre con un enorme corazón.
Nacho lo tuvo muy claro todo este tiempo, incluso en el peor de sus momentos: la adversidad no puede definir la persona que eres. El dolor de sus peores años ha sido la misión de una vida ejemplar que hoy celebra un enorme éxito.
Twitter: @Felixatlante12
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