Y ahí está otra vez. Confundiendo sus históricos ropajes con las manchas de lodo que inundan los lugares bajos de la tabla.
Debería tener explicación, pero es inexplicable. La Máquina suma la mitad de los puntos que tiene el líder, al que casualmente ha de visitar el sábado.
Paradójicamente, en el mismo lugar y ante los colores que como futbolista vistió con mayor gloria, Tomás Boy, como técnico, tiene una cuenta beisbolera de tres bolas y dos strikes que lo tiene cerca del ponche... o de avanzar a la siguiente base.
Como el boxeador que tarda en recuperarse después de visitar la lona, tras la voltereta con que le derrotó el América tomó respiro en Chiapas -buen sitio para sanar- para caer ante el Toluca el martes por la noche. Y entonces volvieron las tinieblas a un equipo que estaba haciendo todo por salir de ellas.
Entre otras cosas, contrató un técnico de gran personalidad, completó un plantel con calidad y de acuerdo con los ajustes solicitados por el estratega. Y empezó la campaña con grandes expectativas que el tiempo se ha encargado de apagar.
Es cierto que con el sistema de competencia de la Liga MX un buen cierre puede hacer maravillas porque la pelea es cerrada. Está a 3 o 4 puntos de la zona de clasificación y tiene un partido más en casa (Veracruz, Puebla, Pachuca y León) que fuera de ella (Tigres, Morelia y Guadalajara).
Sin embargo, los errores en la entrega, la desconfianza y descoordinación que ha mostrado en sus últimos dos partidos en casa y el bajo nivel de varios de sus prospectos de estelares, hacen desconfiar de cualquier futuro halagüeño.
¿Es el entrenador, son los jugadores, son todos culpables de lo que está sucediendo una vez más?
Sólo viviendo ahí se sabrá cuál es la problemática, pero es un hecho que la fogosidad, verticalidad y pegada de más de la mitad del torneo anterior, no han regresado a La Noria.
Hace rato que el Cruz Azul no liga victorias y que no clasifica a la Liguilla. La visita a los temibles Tigres es el momento del vivir o morir.
Los Tigres marchan invictos y, aunque algunos partidos le han costado trabajo, tiene un plantel en el que el conjunto y sus figuras se hacen sentir.
Boy recordará con nostalgia aquellos tiempos en que la tribuna del Universitario lo aclamaba. Esa misma grada habrá de dedicarle como cada vez que vuelve, una ovación sincera.
Uno se pregunta por qué Boy no dirigió nunca -o hasta ahora no lo ha hecho- al equipo de sus amores. Y también, si serán esos Tigres los que lo ponchen en esta carrera contracorriente.
Nada se acaba... hasta que se acaba.
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