El etíope Feyisa Lilesa ganó la plata en el maratón olímpico de Río, y al cruzar la meta levantó sus antebrazos para formar una cruz, con lo que mandó al mundo un mensaje de protesta contra el gobierno de su país.
Sabedor de que el maratón olímpico es una de las pruebas finales de los Juegos Olímpicos y de las que más audiencia tiene en el mundo, el fondista etíope tuvo la motivación de ser de los primeros lugares para hacer su denuncia.
De Etiopía se dice que ejerce una severa represión contra quienes protestan en contra del Gobierno en la región de Orono, de donde procede el medallista de plata.
Amnistía Internacional reveló que por lo menos 67 personas murieron el fin de semana pasado por disparos de armas largas hechos contra quienes hacían una protesta.
La verdad es que la protesta de Lilesa no es un tema ligero para Etiopía. Las ganancias de sus atletas son una importante fuente de ingreso para ese país.
Al final del maratón olímpico el medallista declaró que sabía que regresar a Etiopía podría costarle la vida a consecuencia de su denuncia, a lo que el gobierno etíope replicó de inmediato que sería recibido como un héroe.
Lilesa no abordó el avión en el que los atletas etíopes regresaron a su país, y se especula que pedirá asilo político a EU. Esta es una triste historia, pero no es nueva.
Seguramente usted recuerda lo puños en alto con sus guantes negros de Tommie Smith y John Carlos, medallas de oro y bronce respectivamente en la premiación de los 200 metros de los Juegos de México 68, denunciando el maltrato y la discriminación contra la raza negra en Estados Unidos.
La verdad es que en la medida que los Olímpicos crezcan mediáticamente se convertirán en un escaparate que va mucho más allá de los ideales de Pierre De Coubertin.
Ojalá que el Comité Olímpico Internacional aprenda a manejar mejor este tema.
Recuerda que correr es salud y algo más, mejor calidad de vida.
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