Hace poco más de 20 años, uno de esos domingos libres, Raúl y yo decidimos visitar una casona de la Colonia Roma de la Ciudad de México donde se podía vivir la experiencia del "sensorama": con los ojos vendados uno recorría distintas habitaciones en las que el personal te guiaba para experimentar distintas sensaciones relacionadas al gusto, oído, olfato, tacto y la vista (ésta última por supuesto antes o después del resto).
Cada paso del "sensorama" era una nueva incertidumbre pero a la vez un nuevo descubrimiento. Aquella experiencia nos gustó a pesar de su manera tan sencilla y hasta casi predecible de realizarla.
La carrera de Raúl Gutiérrez como técnico ha estado marcada por tres constantes: completar cada etapa sin precipitarse, rechazar ofrecimientos para dirigir en las máximas categorías de la Liga mexicana (incluido un posible interinato de Selección Mayor) y, quizá el más llamativo: aceptar con absoluta convicción el reto de igualar los aislados pero muy importantes logros de sus antecesores, tales como títulos en mundiales y medallas centroamericanas, panamericanas y olímpicas. Lo mucho que ha conseguido en pocos años el "Potro" ha sido paso a paso y sin precipitaciones.
Esta vez, como nunca antes en su destacada carrera, Raúl ha quedado lejos de su meta. Aquellos objetivos trazados en enero de este año por la Dirección de Selecciones Nacionales, en los que se incluía el podio para estos Juegos Olímpicos, no hicieron referencia a la falta de apoyo para esta Selección ni las consecuencias para todos los involucrados en caso de fracasar. Simplemente así: "podio olímpico", sin pasar por el más elemental "sensorama".
Un día después de la eliminación mexicana en Río 2016 tuve oportunidad de visitar un parque en la Riviera Maya elaborado justamente para el desarrollo de los sentidos. Ahí se localiza una versión excelente del "sensorama". En caso de renunciar al trayecto, sólo es necesario levantar los brazos y a través de una cámara infrarroja detectan la deserción para indicar la salida más cercana. Al entrar al moderno túnel equivalente al de la Colonia Roma, de inmediato me puse en los zapatos de Raúl entre la mezcla de sensaciones: comienzo espinoso, suelo empedrado, fragancias agradables, sonidos de agua, frío, rugidos, arena, piquetes de moscos al por mayor, canto de pájaros, inundación, suavidad, más olores deliciosos y al final una tenue llama que ilumina el camino hacia un bello río, con una cascada entre vegetación tropical y decenas de guacamayas rojas. El justo premio por haber continuado y completado el trayecto.
En el año de sus 50, Raúl merecía el podio, como lo mereció Tena en el 2012. Quizá la diferencia es que en Londres todos los involucrados decidieron continuar con el incierto y oscuro trayecto del "sensorama" y esta vez algunos levantaron las manos para no seguir adelante y dejar a la deriva a otros, imposibilitados para llegar al final del túnel por sí solos.
Un técnico utiliza sus cinco sentidos en el desempeño de su profesión ante sus jugadores, afición y prensa. Aprende a oler a sus dirigidos, a leer entre líneas, a tocar fibras sensibles y a hacer oídos sordos. Hace más de 20 años conocimos el sensorama, ese que hoy descubro ha evolucionado muchísimo y que sigue siendo la manera de avanzar para Raúl Gutiérrez.
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