Había una vez un hombre que cumplió 100 años y tenía mas de mil historias diferentes que contar. Cada una de ellas correspondía a una realidad vivida en presente, alternando con personajes incontables de diferentes tipos, personalidades y humores.
Este hombre no sabía que iba a vivir hasta esa edad. Pero una vez cumplido el centenario, lo más maravilloso de todo es que tenía ganas de seguir viviendo, de seguir queriendo a su familia y amigos cercanos. Que era tan querido, que no alcanzarían otros 100 años para recibir tantas muestras de gratitud, admiración y afecto como las que su mundo le debía.
Jugó a la pelota con los pies hasta que dejó Guadalajara y desde el vagón del tren que lo condujo junto con su familia a la capital, supo que existía un deporte de esas características. Pronto abrazó el balón que le ha acompañado desde los siete años de edad.
Su historia tiene varios actos.
El primero es corto a comparación de los demás: el de futbolista que por una fractura de tibia y peroné, incurable en esa época, tuvo que seguir su camino desde afuera del campo.
Dice la trama que este hombre era tan inteligente que fue un adelantado a su época. Veía lo que los demás no eran capaces. Como por ejemplo, aplicar fundamentos de otros deportes al futbol, y desarrollar una mente estratégica que le hizo triunfar en muchos campos de batalla pese a no tener siempre los mismos argumentos que el adversario.
Era tan rebelde, que a veces enviaba balones a la cancha en pleno partido para que el árbitro lo tuviera que interrumpir. O hacía que el médico se lo llevara en camilla al vestidor después de alguna expulsión.
Tenía tal ingenio, que inventaba frases maravillosas con los que driblaba a la prensa, a las autoridades de la Federación o al propio rival.
Podría nuestro personaje escribir una enciclopedia completa del futbol mexicano abarcando toda su historia. Ha sobrevivido a todos y ha tenido que ver con los grandes actores del deporte más popular del País.
Los periodistas de diferentes épocas le agradecemos habernos dado notas de primera plana, claridad sabia en los conceptos y charlas inolvidables que iluminaron el camino.
No tan amigo de varias plumas pioneras, sufrió un karma: uno de sus hijos, Eduardo, le salió periodista. Buen periodista que recién le realizó una espléndida y emotiva entrevista con reflexiones y sabores de sus 100 años. A falta de ese libro no escrito, el testimonio vivo más importante que dejará Ignacio Trelles para la posteridad.
Su gran final, es radiante: sabe que ha valido la pena vivir su vida y la disfruta cada segundo.
Nacho Trelles es un personaje que salió del cuento para vivir entre nosotros.
¡Qué bendición!
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