Barrilete cósmico Tres décadas de un genio que sembró enemigos en la cancha y marcó el gol más bello de la historia.
Tres décadas de un partido envuelto en connotación política y sed de revancha, una tarde en territorio mexicano que marcó el camino a un título mundial.
Tres décadas de una narración que arrancó lágrimas de emotividad en Argentina.
El "Barrilete cósmico" que llegó de otro planeta, un domingo al mediodía en el Estadio Azteca.
Diego Maradona acogió en sus hombros el peso de un equipo que llegaba en un mar de dudas, y el 22 de junio de 1986 realizó dos acciones imborrables de la memoria colectiva de quienes vivieron la Copa del Mundo de México.
EL VILLANO Las Islas Malvinas, un archipiélago dominado por el Reino Unido desde 1833, se convirtió en punto de conflicto porque fue reclamado por los argentinos como territorio de su nación.
En 1982 se dio el desembarco de las fuerzas armadas argentinas, que pretendían recuperar la soberanía de una zona que sentían suya.
La junta argentina, que entonces encabezaba Leopoldo Galtieri, aprobó el desembarco en las islas con la creencia ilusa de que el Reino Unido no intervendría militarmente, ante la crisis que enfrentaba el Gobierno de Margaret Thatcher.
El 2 de abril se desató el conflicto bélico en una lucha desigual que vio su final el 14 de junio con la rendición argentina. El saldo final fue de 255 bajas británicas por 655 argentinas, pero las heridas de los vivos en el sur quedaron abiertas y con sed de venganza.
A partir de entonces el argentino veía al inglés como villano invasor.
EL PUÑO APRETADO Víctor Hugo Morales, de nacionalidad uruguaya, es el narrador más respetado del futbol argentino.
Nacido en Cardona, el escritor y periodista se instaló en Buenos Aires desde 1981.
En 1986, un vínculo emocional por Maradona y el dolor fresco de los efectos de la guerra, le hicieron perder la objetividad en su relato, incluso en el mítico gol del 1-0, llamado después "La Mano de Dios".
"Los ingleses demuestran todo tipo de justificadas protestas porque el gol fue con la mano, lo grito con el alma, pero tengo que decirles lo que pienso: Argentina está ganando 1-0 y que Dios me perdone lo que voy a decir, contra Inglaterra hoy, aún así, con un gol con la mano, ¿qué quiere que le diga?", relató en su crónica radial.
Sin embargo, donde se dejó llevar por la emotividad fue en el 2-0, marcado también por Maradona.
Así narró Víctor Hugo cada paso ese minuto y 16 segundos.
"Ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona, arranca por la derecha el genio del futbol mundial, y deja al tercero y va a tocar para Burruchaga, ¡siempre Maradona!, genio, genio, genio, ta-ta-ta-ta-ta-ta... y goooooool, gooooooooool, quiero llorar, ¡Dios santo, viva el futbol!
"¡Golaaaaaazo!, ¡Diegoooool Maradona! Es para llorar, perdónenme, Maradona en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos. ¡Barrilete cósmico! ¿De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés? Para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina.
"Argentina 2; Inglaterra 0, ¡Diegol... Diego... Diego Armando Maradona, gracias Dios por el futbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este... Argentina 2, Inglaterra 0!".
Tomó aire, entró la voz comercial y, ya recuperado, mientras los ingleses sacaban del medio campo después del 2-0, Morales volvió al micrófono y dijo.
"Está ganando Argentina por 2-0 y quiero pedirles disculpas por haber abandonado cualquier tipo de tono profesional. No sé si ustedes pueden comprenderlo", manfestó.
LAS PESADILLAS Peter Reid es el indefenso zaguero número 16 que sólo veía la espalda de Maradona en aquella carrera endemoniada, la corrida por la orilla del mundo, como le describió Morales.
"Nunca lo voy a olvidar. Me levanto transpirando en las noches", reveló Reid, tres décadas después.
"Fue un gol extraordinario, me daban ganas de pararme y aplaudirlo. Fue una obra de arte de un jugador extraordinario".
Reid persiguió a Diego sin éxito, mientras veía de frente cómo sus compañeros también claudicaban ante el genio.
Terry Fenwick, uno de los centrales de aquel equipo de Bobby Robson, fue de los que más marcados quedaron con aquella tarde.
"Maradona arruinó mi carrera en 4 segundos", dijo Fenwick.
Otro que guardó rencor, no por ese gol, sino por el primero, fue el portero Peter Shilton, el capitán inglés con el que Diego había intercambiado banderines en la ceremonia previa al duelo.
"Si lo vuelvo a encontrar, no le daría mi mano", admitió Shilton.
EL GOL SOÑADO El autor de esa tarde épica reconoció que en aquel segundo gol se desconectó del mundo y se metió en el deseo de cobrar facturas ante el enemigo, en el rol de superhéroe que sacaría revancha por los argentinos muertos en la guerra.
"Nos jugamos la vida en cada pelota por nosotros y los chicos que murieron", admitió Maradona.
Luego recordó cada instante de ese gol hoy todavía considerado como el más grande en la historia de los Mundiales.
"Yo creo que es un gol soñado y no porque lo haya hecho yo. El 'Negro' Enrique dice que me dejó solo, que me dio un pase para dejarme solo, pero me la da lejos del arco. Tuve la suerte de encarar y ver a los ingleses que no me podían agarrar, no podían llegar a la pelota".
Al anotar no se iría en blanco.
"Ahí siento una patada del central Butcher en el tobillo derecho, que me rompió el tobillo, pero era tan grande la alegría de ese gol que no me dolió", agregó.
Al final del partido el tobillo quedó como una pelota, tras aquella entrada de Butcher, sin embargo, para la Final jugó infiltrado y sin escatimar esfuerzos.
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