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Inolvidable experiencia
Tomás López Rocha | 19-06-2016
en CANCHA
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Arrancó otra edición de la carrera más famosa del mundo: LAS 24 HORAS DE LE MANS y con la misma emoción quiero compartirles mi experiencia en esa mítica prueba que tuve el privilegio de correr en 1991.

Para mí Le Mans era un sueño, un deseo inmenso que veía muy lejano. Esa atracción se inició cuando leí en revistas especializadas la hazaña de Pedro y Ricardo Rodríguez, quienes lideraron la carrera en su Ferrari siendo adolescentes.

Años después, en 1968, Pedro y Lucien Bianchi ganaron en un GT40; un triunfo importantísimo ya que Pedro se volvió imbatible en los prototipos... él sigue siendo mi ídolo e inspiración.

Le Mans se hizo posible al ganar en 1990 el Campeonato IMSA GTPL y gracias a los buenos oficios de mi amigo José Antonio Suárez, quien conocía a Jurgen Barth, director de Porsche Motorsport, y de inmediato nos puso en contacto con Erwin Kremer, patrón de Kremer Racing, clientes de la marca.

Junio de 1991, llega el momento en el que piensas "estoy aquí, en una pista histórica, en un equipo profesional con compañeros ex F1 (Tiff Needell y Gregor Foitek), el auto totalmente renovado con un buen respaldo de patrocinadores, rodeado de más de 30 pilotos de F1" y te invade la duda... "¿podré ser competitivo?"
 
En verdad el compromiso es enorme.

El Porsche 962 fue un auto que rompió récords de victorias; robusto y extremadamente potente, con grandes cualidades en curvas rápidas y un tanto torpe en las trabadas. Manejar el turbo lag era una odisea ya que en esos tiempos todavía la "patada" era salvaje, sin duda era lo mejor que podíamos tener como equipo privado.

Como el reglamento lo indica, los tres pilotos se tienen que calificar para la competencia. A mí me tocó calificar con lluvia, obviamente mis temores de no entrar en los tiempos de calificación eran muchos. Al final me dio gusto lograr mejores tiempos que Derek Bell, Henri Pescarolo, Hurley Haywood y Roland Ratzenberger (QEPD), eso fue una inyección de confianza.

Nuestro lugar en la parrilla fue el 25 de 50 autos, todos prototipos, ese año no hubo GT, lo cual nos evitó el peligro que representan las diferencias de velocidad.

Los más rápidos fueron Jochen Mass y Michael Schumacher, de Sauber-Mercedes, y nuestros compañeros JJ Lehto, Manuel Reuter y Harri Toivonnen, que alcanzaban 350 kph. Nosotros unos 338 kph.

Quiero destacar el apoyo de mi esposa Mónica y de mis amigos Toño Garibay, Luis Gómez y Jacques Nussbaumer: tremenda porra.

El orden de manejo fue Needell-López-Foitek, haciendo cambio de piloto cada 2 horas y media. El arranque fue espectacular, aquellos 50 autos comenzaron a rodar a un ritmo muy rápido, parecía una carrera sprint y no una de 24 horas.

Needell hizo una excelente largada y rodó sin problema; al acercarse mi turno podrán imaginar el momento, emoción intensa, la parada fue impecable y recibí el auto en buenas condiciones.

Las primeras vueltas fueron conservadoras y después me enfrasqué en absurdo duelo con un Sauber-Mercedes (Wendlinger) y un Spice inglés, y digo absurdo por no decir más feo, fue mi error entrar a la curva del famoso puente Dunlop muy rápido... al acelerar, el turbo me hizo perder grip y me impacté contra el muro.

Coraje, decepción y por supuesto lágrimas al darte cuenta cómo todo el esfuerzo se esfumaba.

Traté de reparar la dirección y así regresar a los pits, pero fue imposible.

En esos momentos la TV seguía nuestro auto y el accidente se vio por todo el mundo.

Caminé al pit con tristeza, sabía que mi mujer estaría preocupada y al llegar Needell tenía en su mano una botella de tequila, que todavía no sabemos de dónde la sacó. Foitek me dio un abrazo y el equipo siguió trabajando como si nada en el otro auto.

Le Mans fue INCREÍBLE, breve pero INCREÍBLE.

 
 
 
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