Mañana se juega el primer tiempo de una Final inédita en el futbol mexicano, a la que el Monterrey y el Pachuca llegaron por diferentes caminos.
La poderosa escuadra de Mohamed, después de haber sido el mejor equipo a lo largo de 17 jornadas, aunque con serias dificultades para librar las etapas de Cuartos de Final y Semifinales.
Y el Pachuca, también con un vistoso futbol y cumpliendo paulatinamente con cada uno de los requisitos establecidos para llegar a la última instancia.
Como vergonzoso ingrediente de este juego (o como falta del mismo) está el increíble caso de Carlos Sánchez, quizá el mejor jugador del Monterrey en este torneo.
Un primordial jugador con el que no contarán los Rayados por obra y gracia del técnico uruguayo y sus dirigentes, cuya falta de sentido común y de cacumen (¿o exceso de mala intención?) los hace preferir tenerlo entrenando y cascareando con ellos más de una semana antes de iniciar la Copa América, en lugar de permitirle jugar una Final de Liga, uno de esos grandes partidos que la mayoría de los futbolistas logra jugar muy de vez en cuando.
Pero también el propio jugador muestra una decepcionante faceta y no mucha inteligencia ni lealtad que digamos, cuando presume: "A lo largo de su carrera siempre he cumplido con mi palabra y con cada uno de los compromisos que he contraído", y abandona impunemente, en sus dos más importantes partidos del año y de muchos años, ¡al equipo que le paga! y bastante bien.
Así, la pobre Federación Uruguaya le escamotea al Monterrey a su mejor jugador en plena Final de la Liga MX... y 12 días antes de su protectora fecha FIFA.
Y así, por esa enmarañada mezcla de intereses, insensateces, deslealtades y deshonestidades, a la Final llega un equipo completo y el otro imperdonablemente mermado.
Cosas del futbol cuando en lugar de ser jugado es MANEJADO con los pies... por no decir con las patas.
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