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La dominguera
San Cadilla | 15-05-2016
en CANCHA
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Cuando cayó el líder
 
Llantos, burlas, amarguras y golpes.

Todo eso desataba el Clásico Nacional en su etapa más álgida, de más encono, de odio mutuo, de mayor rivalidad deportiva, pero rebasada por la antipatía de americanistas y chivas, pero no de tribuna, sino de pantalón corto.

La primera gran bronca recordada por las nuevas generaciones que vieron un América- Guadalajara en una fase de Liguilla, fue aquella del 22 de mayo del partido de vuelta de la Semifinal de la temporada 82-83.

Con un joven Carlos Reinoso como técnico, que recién había dejado el cigarro y se refugiaba en las paletas de relleno chicloso como terapia, las Águilas habían impuesto una temporada impresionante.

Habían sido líderes arrolladores con sólo 3 derrotas en 38 jornadas, con un impresionante cosecha de 61 puntos cuando las victorias sólo otorgaban dos unidades y no tres como ahora.

Su fortaleza defensiva la conformaban Héctor Miguel Zelada en el arco y la zaga de Mario Trejo, Alfredo Tena, Armando Manzo y Vinicio Bravo.

Cristóbal Ortega, Eduardo Bacas, Juan Antonio Luna, Milton Pinheiro "Batata", Javier Aguirre y Norberto Outes completaban el trabuco.

Por el lado de enfrente, un temperamental Alberto Guerra dirigía al chiverío, que había entrado a la Liguilla como séptimo.

El entonces espigado y vigoroso Roberto Gómez Junco, mediocampista de las Chivas, tuvo un papel preponderante esa tarde en el Estadio Azteca.

Ese día, como rojiblanco, Gómez Junco, de entonces 27 años, no sólo tuvo un partido destacado en la cancha robando balones, frenando ataques y hasta cediendo el pase del tercer gol tapatío que selló la sorpresa.

También fue quien encendió la mecha explosiva que desató la ira de la banca americanista.

"Nos caló muy duro perder en el (juego) de Ida en el (Estadio) Jalisco, sobre todo porque sentíamos que podíamos darles mejor juego. Ahí dijimos, 'todos dan por hecho que estamos fuera, así que vamos a ganar o ganar allá al Azteca'", recordó años después Ricardo Pérez, autor del primer gol de la remontada.

Y sí. Ese día, los de Jalisco salieron a demostrar que en esa tierra nunca se pierde y cuando se pierde, se arrebata.

El Azteca lucía un lleno, en juego de las 12:00 del medio día.

Edgardo Codesal era el árbitro y aunque los de Reinoso comenzaron con iniciativa, los de Guerra robaron el control y tenían arribos obligados ante la desventaja, pero con juego ríspido y duras entradas desde los primeros minutos.

Samuel Rivas, en una pelota disputada por aire le dejó el codo a Cristóbal en el rostro con apenas 11 minutos de juego.

El americanista, que había sido el único en jugar todos los partidos de la temporada, debió salir al 22 al sufrir un corte e inflamación del pómulo.

Los roces ya eran constantes. El intercambio de palabras también.

Manzo cortó un avance visitante con la mano y Guerra desde la banca protesta golpeando un balón, lo que provoca su expulsión y más malestar.

Al minuto 25 en un contra ataque rápido, el campeón goleador Outes se perfilaba a gol, pero recibió la falta de Eduardo Cisneros. El argentino reacciona con lo que parecía un codazo y se lleva la tarjeta roja también.

Para entonces, Rivas llegó con una cachetada como no queriendo, sobre el goleador, mientras este discutía con Cisneros.

Ahí mismo llegó "Batata" tirando una patada a Rivas sin que el árbitro los viera.

El juego ya no seguiría igual.

Al 33' Trejo se tiró al sentir un aparente puñetazo de Javier Cárdenas.

Codesal consultó con el juez de línea y le mostró la roja al capitán de las Chivas.

Los visitantes no aceptan la expulsión a Cárdenas y se van a buscar a Trejo. Ahí se vaciaron las bancas y comenzaron los primeros golpes.

El portero suplente Estéfano Rodríguez le pegó por la espalda a Cristóbal al salir de la banca.

Anacleto Macías, apodado "Tolán", masajista de las Chivas, cubeta en mano, detiene por la espalda al árbitro con su pecho mientras la revuelta se calmaba.

Ahí se perdieron 9 minutos.

Al reanudarse el partido, Fernando Quirarte le metió una dura entrada por detrás a "Batata" y eso volvió a encender los ánimos.

Al 44' el "Snoopy" Pérez anota el 1-0 para las Chivas que empataba el global a 2-2.

En tiempo agregado por el conato de bronca, al 54' del primer tiempo, expulsaron a Manzo por un aparente codazo sobre Rivas.

Luego cayeron cuatro paracaidistas a la cancha, pues tenían programado aterrizar al medio tiempo, pero por el retraso provocado por la bronca, llegaron y no se había terminado la primera parte.

Chivas cobró la falta y Gutiérrez metió un centro al área que buscó Quirarte, pero el balón le quedó a Demetrio Madero quien con la pierna lo empujó para vencer a Zelada para el 2-0 y la ventaja en el global.

América, desconcertado, herido y con dos hombres menos, se fue al vestidor.

"Perdimos el control, nos sorprendió la situación, la verdad es que al árbitro ese día también el juego se le fue de las manos y nos ganó la pasión. Había un pique tremendo entre ambos equipos, ellos nos veían con cierta envidia", comentó Vinicio años más tarde.

Para el complemento, Gómez Junco, con un tiro de media distancia, metió en problemas a Zelada, pero Chivas comenzaba a jugar con el reloj.

"Tolán", ya en plan de auxiliar del auxiliar de Guerra, que era Gabriel López Zapiain, fue expulsado por Codesal, pero el silbante no reanudó el juego hasta que el masajista se fuera.

El show del anciano masajista se llevó otros 5 minutos en lo que atendía a Rivas, en lo que esperaba su maletín con ungüento, provocando que Vinicio, Trejo y Aguirre llegaran a presionarle para que se fuera.

El "Vasco" lo tocó de la cara y llegó Madero para querer pelear.

Al reanudarse el partido, Gómez Junco, quien ya había tenido un cruce de palabras con miembros de la banca americanista, al 88' le sirvió el pase a Sammy Rivas para el 3-0 definitivo y lapidario para las ilusiones azulcremas.

Mientras el anotador celebraba con la tribuna, por el otro lado, Gómez Junco corrió hacia la banca y celebró el gol con señales con ambos brazos hacia donde estaba Carlos Reinoso, lo que provocó que Hugo de Anda, el preparador físico, saliera a golpearle.

El "Nene" López Zapiain fue a auxiliar a Gómez Junco y otra vez se desató la lucha de todos contra todos.

Estéfano, el portero de relevo de Chivas, le quitó el tolete a un policía y comenzó a repartir golpes.

Caliente y con deseos de venganza, Carlos de los Cobos quien había entrado de cambio, fue a buscar a Demetrio y le tiró una patada.

Zelada llegó y golpeó a Madero. Tena se unió para hacer lo mismo.

Sammy Rivas golpeó a Manolo Rodríguez, pero Hugo Salazar, portero suplente de las Águilas, llegó al quite repartiendo puñetazos.

Reinoso no se paró de la banca nunca y sólo observaba.

Narciso Ramírez, su auxiliar, fue sobre "Nene" López Zapiain y le golpeó, pero recibió al mismo tiempo la patada de Javier "Zully" Ledesma.

Eduardo "El Yayo" de la Torre llegó al auxilio de Ledesma, pero fue recibido por un par de puñetazos de Tena.

Cisneros sintió por detrás como lo pateaba De los Cobos, mientras buscaba a Trejo.

Vinicio también pateó a López Zapiaín.

Gómez Junco, quien había sido aparentemente el provocador de la campal, fue sorprendido por una patada de Salazar y se trenzaron a golpes.

Codesal y su cuerpo arbitral sólo veían la gresca. Tomaron el balón y dieron por suspendido el juego.

Entre lluvia de proyectiles, las Chivas fueron despedidas rumbo a los túneles de vestidores.

La frustración americanista se quedó en el suyo, mientras que en el del visitante todo era felicidad.

Aún así, Héctor Tapia, De los Cobos, el preparador físico De Anda, por el América, más los rojiblancos Gómez Junco y Javier Cárdenas, fueron detenidos en la Delegación Coyoacán y multados por alterar el orden público.

La Comisión Disciplinaria decretó castigo para 16 jugadores y 10 integrantes del cuerpo técnico suspendidos entre ambas escuadras.

Las Chivas llegaron a la Final por global de 4-2, pero ante el Puebla debieron jugar y perder al final con medio equipo de suplentes ante las ausencia por castigo.

Obviamente, Gómez Junco no jugó aquella Final, pero protagonizó un Clásico que aún está en la memoria de los que añoran juegos con esa rivalidad, fuera de las formalidades y el respeto que en día los profesionales de ambos clubes se profesan.

 
 
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