Madrid ya duerme pese a la adrenalina que le puso a la almohada lo sucedido con sus dos equipos.

El martes, el Real Madrid sacó el empate sin goles del campo del Manchester City. O tal vez los Citizens se lo sacaron a ellos pese a haber jugado en casa.

La del miércoles, el equipo más guerrero del mundo echó mano de sus virtudes para derrotar al Bayern Munich, extendiendo sus partidos sin recibir gol.

El argumento más agresivo del Atlético de Madrid no es su ataque; es la manera de evitar que el adversario pueda hacérselos.

De la tribuna del Calderón, llena, surgía una energía que parecía eléctrica. La comunión en este estadio es mayor que en casi cualquiera: el jugador número 12 juega sin espinilleras el duelo más temerario a favor de sus colores.

Así, pudimos ver cómo el Bayern tenía a sus cuatro defensores a la altura de medio campo o más allá. Y como respuesta, cómo el Atlético disponía sus piezas en el fondo del tablero, listas para recibir cualquier embate.

Un duelo así de cerrado sólo se puede definir con una genialidad como la de Saúl, en un slalom que se hará célebre.

Así llegamos al final con un triunfo para el Atlético cuya tribuna se fue delirante. Con un Bayern que tiene que derrotar en su casa a una defensiva imbatible.

Guardiola enfrentará en su adiós al Bayern uno de sus retos más temerarios: abrir la caja fuerte de un rival que juega a impedir las obras de arte de cualquier enemigo. Así se puede definir a un Atlético apasionado y apasionante.

¿Una Final española de nuevo en la Champions? ¿O un enfrentamiento de Guardiola con su enemigo desde niño?

Todo es posible en una Final en la que el City goza de menores argumentos sanguíneos y futboleros.

Una consecuencia con lo que pasó en el Azteca es el Mundial de Clubes de Japón. Importante, trascendente, retador.

 
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