El calor del Clásico Un Clásico no es un partido más. Eso lo sabe cualquier pateabalones del planeta.
Oswaldo Sánchez fue canterano del Atlas y pudo construir su leyenda con el Guadalajara. Se caracterizó siempre por ser acelerado y jugar con la adrenalina a tope, pero igual de apasionado era al momento de estar en un terreno de juego para defender su causa.
Así lo hizo el 14 de mayo de 2000, hace ya 16 años, en el partido de ida de los Cuartos de Final del torneo de Verano.
Enfrente tenía a los Zorros de Ricardo La Volpe. El Estadio Jalisco estaba lleno y sus pasillos invadidos por aficionados fervientes de ambos frentes.
Las Chivas de Ricardo Ferretti sufrieron en el primer tiempo para contener aquel juego de orquesta de los dinámicos Rojinegros.
Cayó un atlista en el área y Gilberto Alcalá señaló el penal sin dudarlo.
Juan Pablo Rodríguez, quien se había hecho de palabras en una jugada anterior con el portero, fue el encargado de cobrar el tiro y vencer a Oswaldo, con lo que desató la burla mediante señas con los dedos.
Ver el balón agitar las redes y que encima el cobrador del penal te celebre en tono de burla es algo que pocos porteros pueden tolerar. Sánchez no fue la excepción y se acercó al cobrador y amagó con patearlo, pero se frenó en el último instante.
El "Chato" dio la ventaja, sí, pero vio la roja y se fue a las regaderas apenas al minuto 43, pero a partir de ahí el portero soportó las burlas de la barra que tenía detrás de su portería. Le lanzaron huevos, insultos y cánticos. Encima de eso, estaba perdiendo 1-0 y no podía cobrarse la afrenta.
A 2 minutos del final, Marco Antonio "Chima" Ruiz encontró el empate definitivo y Oswaldo se lo cantó a la cabecera que tanto lo había molestado.
"Hay que tener un poco de respeto, te tiran toda clase de objetos y éste (festejo) fue un desahogo de mi parte, solamente", replicó el portero chiva, aún caliente camino al vestidor.
"Tuvimos que haber ganado", repitió con coraje.
Sánchez no podía borrar de su mente las burlas del "Chato".
¿Qué te dijo en ese penal?, le cuestionaron.
"Pregúntale a él", respondió furioso el portero, al tiempo que entraba en el túnel, para posteriormente advertir: "Pero si lo veo en la calle le voy a poner en su madre a ese hijo de p...".
¿Exagerado o romántico del futbol? Créanme que ése fue un episodio auténtico de alguien que años más tarde llegaría a ser símbolo del equipo rival del que lo vio nacer como futbolista.
Meses después, Sánchez y Rodríguez coincidieron en la Selección y hasta posaron juntos en fotografías. Luego fueron compañeros en dos equipos distintos: el Guadalajara y el Santos.
¿Dónde quedó el odio y el resentimiento de esa noche? En aquella cancha caliente del duelo por el orgullo de la Ciudad.
Hoy se juega una vez más el Clásico Tapatío, que hasta antes de las declaraciones de Gustavo Costas, en las que comparaba el renacimiento de las Chivas con el futbol del Barcelona, estaba más frío que el día en que cayó aguanieve en Guadalajara.
¿Se ha muerto la pasión de antaño en el partido de temporada que más interés genera en la Ciudad?
¿Se ha muerto el sentido de pertenencia hacia unos colores o el odio hacia el de enfrente?
"Si hay un equipo que me cae mal de los que juegan contra nosotros, ése es el Atlas, porque desde chiquito no soportaba perder contra ellos", relató aquel delantero que vivía su mejor momento con el Guadalajara.
Años más tarde volvió a la Ciudad, justamente para salvar del descenso con sus goles a ese equipo que en su juventud dijo odiar.
A pesar de eso, Omar Bravo fue un ejemplo de entrega y profesionalismo, porque cuando le tocó ser parte del frente que antes fue su enemigo, con goles y victorias se ganó el respeto de quienes en el inicio lo rechazaron.
Ese éxito le sirvió al sinaloense para volver al equipo de sus amores, pero durante su estancia e incluso después, siempre dejó en claro que su paso por el Atlas fue meramente profesional.
Esa pasión hoy pocos la reflejan.
Jorge Vergara, con sus asegunes, ha entendido mejor el concepto de la continuidad y amor a los colores de los jugadores de las Chivas, así como la rivalidad en la cancha, por lo que varios jugadores llegaron a tener en su equipo largos procesos.
Hoy la postura de moda entre los pateabalones es la de ser políticamente correctos, desvivirse en elogios para el rival y dejar siempre las puertas abiertas; saben que la inestabilidad, propia del balompié, en cualquier momento podría ponerlos de compañeros de aquel que hoy critican.
No sé ustedes, pero yo prefiero ver a tipos que sienten los colores como pocos, a ver amiguitos del dedo chiquito que van al cine o hasta salen juntos al antro pese a ser rivales de la Ciudad.
¿Exagerado? Puede ser, pero ojalá hubiera más pasión y menos pose.
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