Según parece, algo que empezó como simple broma se ha convertido en problema.
Lo que en su momento surgió con una muy pequeña dosis de "ingenio" fue transformándose en multitudinaria manifestación borreguil, y cada portero adversario empezó a recibir, al momento de realizar cada uno de sus despejes, el repetitivo grito.
Todo eso, como un simple y "muy mexicano" juego de niños; de mal gusto, pero juego al fin.
Hasta que brincó la FIFA por motivos equivocados, porque es evidente que tal grito no tiene para nada la supuesta connotación homofóbica.
Con dicho grito, "solamente" se pretende insultar al portero rival, presionarlo (¿habrá quien se sienta presionado?), pero para nada se abriga la intención de aludir a las muy respetables preferencias sexuales de quien despeja.
Sin embargo, sin entenderlo así (porque para entenderlo habría que nacer en México), la FIFA reaccionó, castigó levemente y amenazó con empezar a castigar en serio.
Así, hizo reaccionar también a los federativos mexicanos, acostumbrados a moverse y actuar en función de premios o castigos, y no en aras, por ejemplo, de la más elemental educación o de la necesaria defensa de la limpieza en el juego.
¿Y si fueran los aficionados mexicanos los que reaccionaran, y en lugar de distinguirse por ese burdo y trillado grito se distinguieran por entonar el Cielito Lindo?
¿Y si en lugar de proferir ese insulto se gritara "Méeexico", o "Chiiivas", o "Puuumas", o "Tiiigres", o "Águilas", o "Zooorros", o el nombre o mote del equipo que en cada estadio prefieran?
Entonces, seguramente, se tranquilizarían nuestros asustados federativos y los confundidos "afifiados", y de paso la imagen de los aficionados mexicanos (y por consiguiente la de México en cierta medida) sería positivamente distinta.
Se vale soñar... y festejar el juego sin agredir a quien juega.
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