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La Dominguera
San Cadilla | 20-03-2016
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Un guerrero de verdad
 
Si alguien le hubiera hecho entender que la fama es efímera y que por más éxito que se tenga en el futbol de un instante a otro todo puede perderse, la vida de Darío hoy sería diferente.

¿Por qué muchos futbolistas no se rodean de personas que les digan la verdad de frente y no verdades a medias para seguirles sacando dinero? Suspiros y más suspiros.

El 24 de septiembre de 2006, el delantero uruguayo abrió los ojos y su primera fotografía fue el techo de una habitación de un hospital en Montevideo. Aún no sabía la cruda noticia.

Intentó incorporarse, pero no sintió toda su pierna derecha, que había sido amputada después de un accidente automovilístico que sufrió en una camioneta cuando iba manejando en estado de ebriedad.

Silencio, tragos amargos y minutos de lágrimas. Darío Debray Silva Pereira (Treinta y Tres, 2 de noviembre de 1976) se quedó mudo, incrédulo cuando se dio cuenta de que cinco cirujanos habían determinado durante la madrugada amputarle la parte inferior de la pierna derecha.

¿Y ahora? Ni todos sus goles, fama y dinero podían devolverle una pierna para seguir con su carrera, la cual terminó ahí, en aquel cuarto de hospital, con ese olor característico que pone mal a muchas personas.

 
'SA PIBINCA'
 
"Soy un guerrero", así se describió Darío es varias entrevistas de semblanza que le realizaron distintos periodistas de Uruguay, España e Italia.

Silva no daba ningún balón por perdido, los peleaba todos con tal coraje que el esférico más dividido y en el que tenía pocas oportunidades lo convertía en peligro de gol.

Se formó en el Defensor Sporting uruguayo, ahí marcó 4 goles en 18 partidos. El Peñarol compró sus derechos federativos, le dio confianza y la retribuyó: anotó 35 veces en 56 compromisos.

En su rutina diaria y en una cancha, su actitud siempre fue de lucha, de ir al frente, de no darse por vencido. Tarde o temprano iba a llegar el futbol europeo a tocar su puerta.

En 1995 fue contratado por el Cagliari, de la Seria A italiana, equipo en el que se ganó el apodo de "Sa Pibinca", expresión italiana que significa "molesto", ya que no daba por perdida ninguna pelota y porque siempre fastidiaba a los defensas rivales.

Jugó 46 partidos con la Selección Uruguaya, con la que marcó 14 goles. Su carrera era destacada, cuando los charrúas hablaban de Silva, hablaban de garra, de intensidad y ganas de hacer las cosas.

En su carrera, jugó también para el Español, el Málaga y el Sevilla. La vida era un sueño: metía goles en Europa y le pagaban un sueldo de millonario.

 
NOCHE TRÁGICA
 
Luego de su paso por el futbol español se enroló con el Portsmouth, de Inglaterra, y ahí comenzaron los problemas. El romance que había mantenido con el balompié se fue desvaneciendo. El suelo inglés no le cayó nada bien. Hacía demasiado frío.

Apenas jugó 13 partidos y marcó en 2 ocasiones, estaba desesperado. No quería continuar bajo en esas circunstancias, así es que busco la solución en el lugar equivocado.

Como muchos en el mundo del futbol, Darío creyó que si bebía alcohol y manejaba no pasaría nada.

Viajó a Montevideo para negociar su retorno al futbol uruguayo. Quería seguir luchando, pero una noche malvada le dijo a grito abierto que tenía que frenar.

Cuando manejaba ebrio en su camioneta perdió el control y se estrelló contra un poste. Sirenas, luces, camillas, ambulancias y lamentos. Esa madrugada de septiembre de 2006 marcó una coyuntura en la vida de Silva, no sólo en el ámbito deportivo.

Dicen que cuando te toca ni aunque te quites. A sus dos acompañantes, Elbio Papa y Dardo Pereira, otros dos futbolistas, nada grave les sucedió.

"Sólo creo en lo que hago, porque la vida va y viene siempre, así que hay que vivirla con felicidad mientras se pueda", dijo Darío en una entrevista.

En esta historia, por supuesto me viene el recuerdo de César Andrade, aquella figura del Atlas que estrelló su Jetta contra un muro de contención. También perdió la pierna derecha.

 
AMOR A LOS CABALLOS
 
Aquella pregunta llena de incertidumbre que se había hecho en el cuarto del hospital, por momentos se iba respondiendo. A Darío se le había acabado el futbol, tenía 33 años, pero aún era un joven en la vida.

Silva, quien se hizo novio de la osadía y amante de la valentía, buscó a su amigo Enrique Ostrovski, quien le fabricó una prótesis de fibra de carbono, la cual le pareció como una extremidad más. Su gran optimismo fue clave para que de manera paulatina se impusiera al partido más difícil de su vida.

Su amor por los caballos comenzó, cuando le recomendaron que la equinoterapia era básica en su recuperación. El ex delantero no lo dudó y de inmediato invirtió gran parte de su fortuna para comprar corceles.

Actualmente tiene un negocio de cría de potros, incluso se le ha visto como parte de los jurados en algunos concursos. Se enamoró de los caballos, pues formaron parte de su rehabilitación. "Los caballos árabes son perfectos", agradeció.

Tres años después del accidente, en 2009 jugó un partido amistoso con el combinado de Uruguay frente al de Argentina. En la cita marcó dos goles y fue aplaudido. Ya no estaba activo, pero su gran espíritu de guerrero aún lo seguía a donde iba.

No se deprimió. El embarazo de su esposa, los caballos, el atletismo, el remo y la política le recordaron que aún había vida después del futbol.

"La gente está aburrida de escuchar a los políticos y de que no se haga nada. Puedo llegar a hacer cosas positivas", comentó.

"Hay que intentarlo para que la gente esté tranquila. Uruguay está retrocediendo. Los políticos sólo piensan en sus bolsillos y no en la gente, deberían pensar más en la gente que vota y no en su propio bienestar económico".

 
 
Mail: san.cadilla@mural.com
Twitter: @SanCadilla
 
 
 
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